Por nada del mundo, ni por amor de nadie se puede ser mal alguno.
Sin embargo por amor a los necesitados se puede interrumpir una obra buena, o mejor dicho, cambiarla por otra mejor.
Porque al hacerlo así, la obra buena no se pierde, antes se cambia por una más meritoria.
Las obras externas sin amor de caridad tienen mucho menos valor. Más todo lo que se hace por Amor a Dios o al prójimo, por pequeño o humilde que sea, es siempre fructuoso y muy meritorio.
Porque ante Dios tiene más importancia la buena intención y el afecto con que se hacen las cosas, que las cosas que se hacen. Él aprecia más la buena intención, que la magnitud de las obras
Imitación de Cristo (Tomás de Kempis)
