Dios todopoderoso y eterno, que hiciste a tu Unigénito Hijo Redentor del mundo, y quisiste que su sangre nos obtuviese el perdón; concédenos venerar con solemnidad y amor este precio de nuestro rescate, y ser libres, por su virtud, de los males de la vida terrena, para que gocemos sin fin de la alegría del cielo.