Cuesta creerlo, pero en la Masonería se adora a Lucifer. Antes o después; de una manera más o menos consciente; como «símbolo» o realidad personal; con mayor o menor implicación. Los papas lo denunciaron de manera más o menos expresa a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Uno de los más claros en este punto fue Pio VII que al hablar de la Masonería dijo textualmente: Secta satánica que tiene por única ley la mentira, por su dios al demonio, y por culto y religión lo que hay de más vergonzoso y depravado sobre la faz de la tierra.
Cuesta creerlo, pero es así. Uno de los mayores expertos en Masonería de Españia, Manuel Guerra refiriéndose a la conexión entre la secta, Lucifer y el luciferismo, dice: <Cuando oia hablar de su relación, durante bastante tiempo no la acepté. Me ha hecho cambiar de opinión la información verdaderamente fiable, facilitada por masones sobre varios grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, así como libros de Grandes Maestres y fundadores de las Ordenes que abordan esta cuestión>. Proporciona un ejemplo concreto: <M. Hernández, masón (grado 14) en la Masonería mixta (hombres/mujeres) internacional, Derecho Humano [la de Abad-Gallardo] reconoce, en carta privada, que «la Francmasonería solo tiene relación con el luciferismo en el Grado Maestro 3o, en su leyenda, jamás con el satanismo».
Lo mismo reconoce también Juan Carlos Daza, iniciado en 1987 en la logia vallisoletana Hermes-Amistad, maestro masón y miembro del Gran Consejo Simbólico de la Gran Logia Simbólica Española [..] La Obediencia Oriente Luciferino, fundada recientemente en Murcia (España) por masones del Derecho Humano, pone de relieve la dimensión luciferina de la Masonería. No la disimula ni en el nombre>. Interesante matiz el aquí introducido: el culto a Lucifer es admitido por algunos masones, pero a la vez tratan de distinguir entre Satanás (el culto a este, en principio, nunca se admite) y Lucifer, pero dicha diferenciación no resiste un estudio medianamente riguroso. Son la misma criatura; aunque a Lucifer lo disfracen con atributos propios y positivos, lo que hacen es buscar en el demonio lo que pueda convertir su culto en atractivo para sus adoradores. Aunque en esas disquisiciones frecuentemente se traicionen y caigan en contradicción. Lo luciferino ha estado presente en la Masonería desde el principio: ya en la leyenda de Hirán Abif, el gran maestro y referente de su gnosis, este recibió el conocimiento directamente de Tubalcaín que le revela ser él – el propio Hirán – el <último descendiente de Caín, último príncipe de la sangre de la línea del Angel de la Luz («Lucifer’-Portador de la Luz)>; Hirán descendía del demonio. De modo que al final de la cadena, de todo ese proceso iniciático, el masón llegará a poseer la luz luciferina; de ahí procede ese conocimiento oculto y celosamente preservado y transmitido, según la Masonería; desde Adán hasta que en el siglo XVIII, aquellos respetables clérigos ingleses lo rescataron para transmitirlo a las nuevas generaciones de la hermandad masónica.
No debería monseñor Ravasi haber invocado a James Anderson como punto de unión con el Catolicismo, tal como lo hizo en su lamentable artículo donde dice: <Una de las primeras y fundamentales «constituciones» masónicas fue redactada por el pastor presbiteriano James Anderson, muerto en 1739. En ella, entre otras cosas, se afirmaba que un adepto «no será nunca un ateo estúpido ni un libertino irreligioso»>. Y no solamente por ser el autor de una descomunal mentira, También porque ese texto contenía una propuesta abiertamente contraria no ya al Catolicismo sino a toda fe revelada; un camino iluminado por <El Portador de la Luz>. Según Ravasi, tenemos los católicos en común con los masones, entre otras cosas, el ser <creyentes>, y que el autor de su primer reglamento fuera un clérigo cristiano. Huelgan comentarios, pero me permito solo uno: parece estar en sintonía con la pretensión masónica de que la Iglesia, ante el tercer centenario de la Masonería, <se abra al diálogo> y… anule la Declaración de 1983, la última de las condenas pontificias, como ha solicitado al papa Francisco el masón Jean-Claude Féraud-Gargantini, el 8 de marzo de 2016. Sería la victoria final de la secta,; la puerta abierta a la mayor confusión de los católicos; < humo de Satanás>.
Como sigue diciendo Manuel Guerra, en las sectas Satanás y Lucifer <son seres diferentes>, pero, en tal caso, cuando los masones hablan de Lucifer, ¿a quién se refieren? Generalmente lo representan como Baphomet, «dios andrógino», o sea, el dios masculino (falo erecto), femenino (pechos) y teriomórfico o animal (cabeza y cuernos de chivo) [que] según la tradición masónica habría sido venerado en secreto por los templarios medievales […]>. Es decir, su imagen es la de un ser «humano», al menos en su torso (aunque tenga ambos sexos) y brazos, con cabeza y patas de macho cabrío y cuernos bien desarrollados. En otras palabras, una de las representaciones más frecuentes del demonio en la cultura occidental. Y esa divinidad es la que preside ciertos rituales masónicos.
En la iniciación en el grado 29 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (uno de los mayoritarios) se le rinden honores: <«El Baphomet, dios andrógino, penetra en el templo [de la logia] llevado por el Vigilante Primero y por el Segundo», o sea por las dos máximas autoridades después del Venerable Maestro. «Es paseado en forma circular por la logia siguiendo las agujas del reloj». A su paso se rinde veneración (genuflexión de la pierna izquierda, etc.)>. Sigue contando el experto que Baphomet queda situado en el centro de la logia mirando hacia Oriente y hasta allí es conducido candidato con el los ojos vendados. Cuando está frente a él, se le quita la venda. De modo que en este momento de su recorrido iniciático el masón se encuentra cara a cara con esta representación del <Portador de la Luz>, para continuar el ritual: es ahora cuando debe escoger entre la cruz cristiana, <símbolo de muerte y destrucción> y la de <la Luz y la Vida>, en forma de X, asociada a Baphomet, dios de la Luz. <La elección se manifiesta «pisando la cruz [cristiana] con el pie izquierdo y con el derecho en este orden». [..] A continuación, el candidato recita la fórmula del juramento «con los brazos en forma de X sobre el pecho, el derecho sobre el izquierdo»>. Serán conscientes todos los que pasan a este grado de que se están consagrando al demonio? Puede que no
Pío VIII, Carta Encíclica Traditi humilitati nostrae, 1829. Publicada en el inicio de su pontificado lamentando el avance del indiferentismo religioso y del laicismo, e invitando a los obispos a vigilar a las sociedades secretas y la difusión de libros nocivos para la educación de los jóvenes
Manuel Guerra. Doctor en Teología Patrística y en Filología Clásica, Consultor del Secretariado de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, profesor emérito de la Facultad de Teología del Norte de España de España, que presidió; miembro de la Real Academia de Doctores de España.
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 165
(Desde el siglo XIX el ateismo es compatible con la pertenencia a la Masonería; con las logias que dependen del Gran Oriente de Francia concretamente; luego en ese punto, las Constituciones de Anderson no se aplican ya en todas las Obediencias)
Gianfranco Ravasi, «Cari fratelli massoni», Il Solé 24 Ore, (La Chiesa & La Loggia), 14-2-2016, p 29
Manuel Guerra, La trama masónica, p. 155
<Las palabras entrecomilladas están tomadas del ritual del grado 29, usado en Nueva York>
