La oración de Jesús, interior y constante, es la invocación continua e ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, con el corazón y con la inteligencia, en la certeza de su presencia, en todo lugar, en todo tiempo, incluso durante el sueño. Se formula con estas palabras: «iSeñor Jesucristo, ten piedad de mí!». Quien se habitúa a esta invocación recibe de ella consolación, y experimenta la necesidad de repetirla, siempre. A tal punto que, después de poco tiempo, ya no puede vivir sin ella. Y la oración se le sale del alma, automáticamente, movida por ella misma