La corriente democristiana
Hija del catolicismo social.
A fines del siglo XIX, las corrientes progresistas – que habían asumido el nombre genérico de «democracia cristiana», en un contexto en que «democrático» era sinónimo de izquierda – estaban tomando impulso, reemplazando a la vieja guardia. «Circulaba ya entre los jóvenes el nuevo nombre de democracia cristiana refiere De Rosa – núcleos activísimos de sacerdotes laicos, seguidores de – esta corriente, existían en todas las regiones de Italia. (..) Los tiempos de la vieja intransigencia estaban por terminar; nuevos fermentos agitaban el campo católico, sobre todo entre los jóvenes que se habian sentido como llamados por la Rerum novarum a actuar activamente por la reconquista de las masas que corrian tras el verbo del socialismo»‘
La principal característica de la corriente demócrata cristiana era la renuncia al ideal de un orden social específicamente católico, o sea de una civilización cristiana inspirada por la Iglesia, y la aceptación, por el contrario, de la sociedad plasmada por las revoluciones modernas, en que la Iglesia no sería más que una presencia y no el elemento fundacional y dirigente. No se hablaba más de restaurar la civilización cristiana, sino de «cristianizar» el mundo moderno, aceptando sus fundamentos, empezando por el liberalismo y el socialismo. Todo esto aderezado por el espíritu igualitario y liberal propio de la Revolución
La democracia cristiana llegó casi a excesos infantiles en su infatuación por el mundo moderno, pidiendo incluso una profunda reforma de la Iglesia para ponerla en consonancia con los nuevos tiempos. De otro lado, yendo más allá del catolicismo social, que minimizaba los aspectos morales y religiosos de la cuestión social, la democracia cristiana proclamaba el primado de la militancia social y política. También en esto prefiguraba a la Teologia de la liberación.
Los demócrata-cristianos se mostraban menos preocupados por la crisis religiosa y moral de la sociedad moderna que por los problemas económicos y sociales considerados, claro está, desde una perspectiva de izquierda. La sociedad actual está podrida de injusticia y opresión, en particular en lo que respecta a la distribución de la riqueza», sentenciaba Padre Six, director del periódico francés «La Démocratie Chrétienne», Coincidiendo con los socialistas, los democristianos proclamaban la necesidad de cambios profundos para corregir las «injusticias» derivadas de la desigual distribución de la riqueza
La corriente demócrata cristiana nace, por tanto, del ala «populista» del catolicismo social. Mientras las facciones más moderadas propugnaban la concordia entre burguesía y proletariado, el ala populista exhortaba, por el contrario, a la lucha de clases. «La propaganda democrática, quiéralo no, excita a la plebe contra el patriciado, al pobre contra el rico, con grave daño para la Iglesia y para el orden social», advertía Mons. Emiliano Manacorda, obispo de Fossanods.
En sus versiones más radicales, la corriente democristiana sostenía que la burguesía era ya irrecuperable y que sería derrocada por el proletariado. «Hay aires de revolución- tronaba el órgano democrático cristiano «Terre de France»- Esta inminente revolución solo puede ser evitada con el ascenso del proletariado al poder»
También la corriente democrática cristiana italiana rechazaba las posiciones sociales moderadas, acentuando, por el contrario, el apoyo a la lucha de clases, frecuentemente en estrechísima colaboración con la extrema izquierda «Mi democracia – dirá don Romolo Murri, jefe de la corriente- significa crítica del capitalismo, organización sindical, lucha de clases y lucha politica»
El fundamento de esta concepción era la doctrina, de evidente matriz marxista, por la que. la propiedad privada genera necesariamente dos clases antagonistas: los propietarios, que poseen los medios de producción, y los proletarios que deben vender su proprio trabajo, quedando por ende esclavizados. «Nosotros tenemos un concepto de sociedad diverso de aquel que genera inevitablemente el antagonismo entre dos clases. Es decir, entre aquella que, incapaz de sobrevivir sin trabajar, debe venderse a la otra solo porque esta última posee los medios de producción», explicaba Padre Paul Naudet, líder de la corriente democristiana en Francia
Las corrientes democristianas más moderadas, aunque afirmando en Principio la propiedad privada, comenzaron a poner énfasis en su función social pidiendo la intervención del Estado para disciplinarla y, por tanto, una radical reforma del sistema de libre mercado
Las facciones extremistas llegarán a negar el derecho de propiedad privada asumiendo así la esencia del marxismo que es, de hecho, la supresión de la propiedad para establecer la igualdad. Padre Antoine Pottier, lider de la corriente democrático cristiana en Bélgica, resume así su posición: «Cuando el sistema económico es tal que permite a los patrones monopolizar los medios de producción, los poderes públicos deben tomar un conjunto de medidas para hacer cesar tal situación (… Tal situación es contraria a la naturaleza. Un régimen social que produzca tales resultados está esencialmente corrompido (…) y debe ser cambiado de raiz …). El llamado derecho a la propiedad privada es solamente un derecho de usufructo. La falsa teoria sobre el derecho de propiedad privada propuesto por el liberalismo económico es un crimen perpetuo contra la naturaleza»
Se veiía en el horizonte de la corriente democrático cristiana, la utopía comunista de una sociedad sin clases. Georges Fonsegrive, ideólogo de la corriente cristiano-democrática, escribe: «La idea de las clases sociales tiende a desaparecer cada vez más. Alguno se contrista por eso. En cuanto a nosotros, no veo porqué tendríamos que disgustaros. Si somos verdaderamente democráticos, si tenemos verdaderamente alma democrática, debemos, por el contrario, regocijarnos»
Abbé SIX, in «La Démocratie Chrétienne»
Emmanuel BARBIER, Histoire, vol. II, p. 77.
Gabriele DE ROSA, Il movimento cattolico in Italia, p. 190
«Terre de France», 11 abril 1894, cit. in Emmanuel BARBIER, Histoire, vol. III, 108
Aspettiamo un’altra generazione di italiani, Centro Studi «Romolo Murri», Gualdo s.d., p. 11
Paul NAUDET, La démocratie et les démocrates chrétiens, p. 192, cit. in Emmanuel BARBIER, Histoire, vol. II, P. 128
Antoine POTTIER, in «Le Bien du Peuple», 27 noviembre 1892, 3 marzo 1893, 5 marzo 1893, cit. in Emmanuel BARBIER, Histoire, vol. II, p. 129
