Hace ya muchos años tuve contacto con el alcohol ya que mi padre pues lo hacía. Para mi era incómoda la situación de ir a buscarlo y llevarlo a casa. Todo esto cuando era niño. Gracias a Dios se trataba de un consumo esporádico y por aproximadamente 1 año. Pero no me agradaba verlo de esa forma. Desarrolle cierto rechazo por lo que tuviera que ver con el alcohol y las fiestas. Ahora no negaré que nunca consumi alcohol pues la ultima vez que lo hice de forma irresponsable hace ya 11 años. Fue con amigos que por motivo de «felicidad y tristeza» habíamos terminado una rotación en el Hospital. Mi hijo Andrés tenía como 2 meses de edad. Al verme en la misma postura de repetir la historia ahora con mi hijo. Me sentí muy mal y le indique a mi esposa que mi hijo no pasaría por ello y nunca me vería tomado. Le pedí disculpas a ella y a mi patojito aunque sin comprender creo que me lo agradeció desde su cunita. La historia de mi padre fue un apoyo muy grande ya que tengo grandes recuerdos de el y su actitud amorosa y un gran apoyo. El encontró a Cristo (bueno lo reencontró) y su vida que no era mala mejoro aún más. Y su ejemplo de voluntad creo que me ayudó a mi a reconocer que sin ella no podemos hacer nada.
Pero lo que deseo contar es algo que el Señor me invito a conocer de un forma curiosa e impactante. Ningún compañero durante los turnos lo negaría. Hay cierto rechazo por las personas que consumen alcohol y son ingresadas en la emergencias para ser evaluadas y luego de pasar la noche o el resto del turno se les da egreso antes de las 7:00 hrs. Para no tener que ingresarlo y así dejar la sala vacía (lo más posible para el siguiente turno). Es increíble que una gran parte de las morbilidad es a centros de emergencia se deben a este vicio. Llegaba un «bolito» y lo peor a las 3:00 o 4:00 de la mañana. Los que llegaban sólo a dormir (sabiendo que cada camilla o cama son preciadas en nuestros servicios) eran los que aceptamos sin mucho que decir. Pero aquellos que aún así llegaban a hacer relajo y a absorber nuestro preciado tiempo o sueño. O aquellos ingresados por la policía nacional civil para ser evaluados. Son los que molestan. Los que enojaban y a los que sinceramente no me gustaba atender.
Pero el Señor me dirigió su palabra hace ya algunos años y me enseñó esto:
Me solicitaron que evaluará a una persona que debía ser intervenida quirúrgicamente para darle su evaluación preoperatoria. Sin mas fui a la sala donde el se encontraba. Y al dar la vuelta por su habitación reconocí en su rostro la característica morfología de bebedor crónico. Su superficie movimientos temblorosos y su mirada desencajada me indicaba abstinencia alcohólica. Pero entre su estado era posible hablar con él comprendía al presentarme quien era yo y que hacía delante de él. Cuando se incorporó y sentado me dijo que me escucharía. Yo pensaba que seria lo que de rutina siempre hago. Pero al preguntarle sus datos generales me percaté que tenia 29 años. Al llegar a preguntarle sobre el consumo de alcohol, me indico que consumía desde hace 26 años. Al ver la incoherencia de edades pensé que se equivocaba y le indique que me lo aclarase. Pero me indico nuevamente la información hasta ahora proporcionada. me dejo helado. Y le mencione que me aclarará esa situación y me conto: cuando yo era pequeño la pobreza de mis padres y mis pequeños hermanos hacia que papa llevará alcohol a casa y nos daba a consumir para quitarnos el hambre.
Esa pequeña gran historia me hizo ver lo equivocado que estaba de haber llegado al punto de separar el alcohol de aquella persona. De aquel ser humano que sufre. De lo que involucra su consumo y su pequeñez ante el flagelo de dicho mal. Ahora me doy cuenta del rostro que sufre. El rostro de mi Señor.