En la comunión, precedida por la oración del Señor y de la fracción del pan, los fieles reciben «el pan del cielo» y «el cáliz de la salvación», el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó «para la vida del mundo» (Jn 6,51):
Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua «eucaristizados» /cf. San Justino, Apologia, 1, 65), «llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo» (San Justino, Apologia, 1, 66: CA 1, 180 [PG 6, 428]).
