Por lo que se refiere a nuestra conducta, las mismas cosas que hacemos nos traicionan de mil maneras mostrando que la cabeza está ocupada en algo muy ajeno a la oración. Porque nos rascamos la cabeza, y limpiamos las uñas con un corta uñas, y con los dedos nos hurgamos las narices; y mientras tanto nos equivocamos en lo que hemos de responder. Al olvidar lo que hemos dicho y lo que todavía no hemos dicho, nos limitamos a adivinar a la buena ventura lo que queda por decir. ¿Acaso no nos da vergüenza rezar en estado mental y corporal tan falto de sentido común? ¿Cómo es posible que nos comportemos así en algo tan importante para nosotros como la oración? ¿De esa manera pedimos perdón por nuestras faltas suplicándole que nos libre del castigo eterno? Porque de tal modo rezamos que, incluso si no hubiéramos pecado antes, nos hacemos merecedores de castigos diez veces mayores al acercarnos a la majestad soberana de Dios con tan poco aprecio
LA AGONÍA DE CRISTO
Por Santo Tomás Moro
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