La voluntad de Dios Padre



‘Volvióse de nuevo por segunda vez y rezaba repitiendo las mismas palabras: Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Regresó una vez más y los encontró dormidos; estaban sus ojos cargados de sueño y no sabían qué responderle. Dejándolos, se retiró a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras: Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» ‘. Volvió de nuevo a la oración, repitiendo la misma que había hecho antes, pero sometiendo todo una vez más a la voluntad del Padre. La petición ha de ser apremiante, pero sin cerrarse ni limitarse a lo que pedimos en concreto. Ha de ser la oración una oración abierta a lo que Dios quiera y con absoluta confianza, pues desea nuestro bienestar no menos que nosotros mismos, y sabe lo que puede hacemos felices mil veces mejor que nosotros.

«Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.» Ese «mío» tiene doble fuerza., porque expresa un gran afecto y deja claro que. Dios Padre es Padre de Cristo de modo único, esto es, no sólo por creación (es Padre de todas las cosas) ni por adopción (como es Padre de los cristianos), sino más bien por naturaleza es Padre de Dios Hijo. A los demás nos enseña a rezar diciendo: «Padre nuestro que estás en los cielos.» Reconocemos en estas palabras que hermanos somos todos los que tenemos un mismo Padre, mientras que Cristo es el único que puede decir con propiedad y dirigirse al Padre, a causa de su divinidad, como lo hace: «Padre mío.» Si alguien, no contento de ser como los demás seres humanos, llega a imaginar en su soberbia que sólo él es gobernado por el espíritu secreto de Dios, y reza con esta invocación «Padre mío» en lugar de «Padre nuestro» se atribuye una situación distinta de la de los otros, me parece que ese tal se arroga para sí el lenguaje propio de Cristo. Reclama para si como individuo el espíritu que Dios da a todos los hombres. Tal hombre no es de hecho muy diferente de Lucifer: reclama para sí solo la palabra de Dios, de la misma manera que Lucifer reclamó para sí el lugar y puesto del mismo Dios

LA AGONÍA DE CRISTO
Por Santo Tomás Moro

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Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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