Con el tiempo, surgirán otras órdenes religiosas para el cuidado de los enfermos, como la de los Hermanos Hospitalarios, que darían su vida para atender a los heridos en las Cruzadas, tanto cristianos como musulmanes o judíos:
<Son tantos los individuos de dentro y de fuera a los que la casa alimenta, y tantas las limosnas que ofrece a los pobres que se acercan hasta sus puertas o permanecen en el exterior, que aun quienes la dirigen y sostienen no pueden calcular la cuantía del gasto decia por entonces el sacerdote Juan de Würzburg.
La esmerada organización del Hospital de San Juan, junto a su decidida vocación de servicio a los enfermos, serviría como modelo para Europa, donde, tanto en pequeños pueblos como en grandes ciudades, surgirían centros de salud inspirados en el gran hospital de Jerusalén.
<el alcance de la caridad de la Iglesia se aprecia a veces con mayor claridad cuando esta labor se interrumpe>, cosa que sucedió en la época de la Reforma protestante donde, separados del tronco de la Iglesia, la <caridad> fue muy diversa, Enrique VII, rey de Inglaterra, al prohibir la vida monástica confiscando sus bienes y distribuyéndolos entre los poderosos del reino, hizo que una enorme cantidad de la población se viese desprovista de la medicina monacal. Pero qué digo! ino sólo de la medicina, sino de la misma economía que serviía a los pobres! Aunque no podemos detenernos sobre el tema, sólo digamos que las abadías y los monasterios engendraban vida en los pueblos aledaños pues <el monasterio era un propietario que nunca moría; sus tierras eran las de un señor inmortal; ni sus tierras ni sus casas cambiaban jamás de propietario; quienes las arrendaban no se hallaban sujetos a ninguna de las muchas (…) incertidumbres que afrontaban otros arrendatarios>. Y la Reforma terminó con esto, no sólo con la vida de los monjes y de los pobres.
El individualismo que produjo el alejarse de la verdadera Iglesia trajo aparejado el enfriamiento de la caridad, como el mismo Lutero lamentaba:
Bajo el papado, la gente era al menos caritativa y no era preciso recurrir a la fuerza para obtener limosnas. Hoy, bajo el reinado del Evangelio (es decir, del protestantismo), en lugar de darse se roban los unos a los otros, y parece que nadie cree poseer nada hasta que se hace con la propiedad de su vecino.
Es que los paises protestantes lejos de acordarse de los pobres, se habian olvidado de ellos para pensar en acrecentar la propia riqueza. ¿Por qué? Porque veían en ellas un signo de predestinación (Calvino, por ejemplo, sostenía que, el poseer riquezas aquí en la tierra, era signo de que Dios lo
quería en el Cielo, de allí que le mandara de antemano la felicidad de aquí abajo). Fue la Iglesia, y no el paganismo ni el protestantismo, la que dio lugar a esas órdenes religiosas de los Trinitarios o de la Merced, que a partir del siglo XII se dedicaban específicamente a redimir a los esclavos y secuestrados del mundo musulmán; nunca se ha visto nada igual. Fue la Iglesia, y no el paganismo o el ateísmo marxista, la que, incluso hasta hoy, sigue asombrando al mundo con testimonios como el de la Madre Teresa de Calcuta o el de San Damián de Veuster, que en la India o en Molokai dieron un enorme testimonio de caridad. En cuanto al cuidado social de los pobres, de un modo particular, los franciscanos fomentaron el nacimiento de cofradías con fines caritativo – sociales originando así a partir del siglo XV, los <Montes de Piedad>: cooperativas que brindaban ayuda crediticia en dinero y granos a campesinos y necesitados.
Guenter B. Risse, op. cit.,138
THOMAS E. Woods, op cit., 223
WILLIAM COBBETT, A History of the Protestant Reformation in England and Ireland, TAN, Rockford, Il. 1998, 112
Cajetan Baluffi, op. cit., 185
Que no te la cuenten II: La Falsificación de la historia. P. Olivera Ravasi
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