Para entender la Masonería debemos pensar ante todo en Lutero: el significado profundo de la mal llamada Reforma protestante, que fue realmente una ruptura en toda regla. Una reacción violenta contra la Iglesia que significó la fractura, profundamente traumática, de la Cristiandad. Las tesis de Martín Lutero sostenían que solamente la Scriptura era digna de veneración. El resto del depósito sagrado de la Iglesia era rechazable: desde la Tradición hasta la obra de los Santos Padres y Doctores; desde las declaraciones dogmáticas hasta el magisterio; y, sobre todo, el Primado de Pedro. Aquella rebelión nació entreverada de intereses políticos y seguiría estándolo en los siglos siguientes. Aparte de las visibles guerras de religión, hubo una lucha soterrada por el control del continente, – y enseguida también del resto del mundo– orquestada por los seguidores de la Reforma contra los dos supremos poderes de la Cristiandad: el Imperio y el Papado.
Es un hecho incuestionable; y se utilizaron, además de los ejércitos, todas las armas; desde la diplomacia hasta la piratería, pasando por las alianzas internacionales- inclusive con el Islam y la católica Francia- y las sectas secretas. Principalmente la Masonería que fue la que cuajó después de anteriores intentos. En el caso de Inglaterra el control de la religión por parte de la Corona fue el detonante de un cisma que degeneró en herejía, y dio lugar a la más larga, constante y encarnizada de las persecuciones sufridas por el Catolicismo en tiempos modernos; una de las más desconocidas también.
Se mantenía en pleno vigor cuando la peculiar historia nacional acabó enfrentando al rey con el Parlamento en las primeras revoluciones políticas de la Edad Moderna;, ya durante el siglo XVII El último de los Estuardo allí reinantes, Jacobo II,- biznieto de la <reina mártir> de Escocia– fue expulsado en 1689, entre otras razones por su designio, no declarado abiertamente, de volver al Catolicismo. Ese fue el motivo de que el resto de la dinastía, salvo sus dos hijas protestantes fuera excluida del trono a perpetuidad, dando paso, tras el reinado de Guillermo de Orange, a una nueva línea nada sospechosa de proclividad hacia la Iglesia Católica: los Hannover; que con distintas denominaciones familiares, reinan hasta la actualidad.
El nacimiento de la Masonería está íntimamente relacionado con ellos. El primero había llegado al trono inglés en 1714, solamente tres años antes de la fundación de la secta que nos ocupa. Y esta será enseguida el mejor ariete, por oculto, de su política exterior y la de sus descendientes; dirigida a consolidar su hegemonía sobre el debilitamiento de sus competidores; encamados sobre todo en las dos ramas de la Casa de Austria: la española – primogénita – y la alemana. Al margen de leyendas fantasiosas, creadas y alimentadas por la propia Masonería, esta no es tan antigua ni de orígenes tan gloriosos como pretenden sus adeptos: nació el 24 de junio de 1717 en una taberna londinense, llamada de La Oca y el Grillo, situada junto a la catedral de San Pablo, entonces en construcción. Era el resultado de la unión de cuatro logias o sociedades secretas operativas contra los Estuardo, que dieron origen a la Gran Logia de Londres, más tarde Gran Logia de Inglaterra; el origen de todas las Obediencias masónicas; un frondoso árbol, lleno de ramas —con matices muy diferenciadores en ciertos casos—, que nos llevan siempre al mismo origen. Su capacidad de adaptación solo fue comparable a la decisiva Jorge I, luterano de origen, nieto del Príncipe del Palatinado y biznieto de Jacobo I de Inglaterra de quien traía su derecho.
Vicente Alejandro Guillamón, Los masones en el gobierno de España, p. 30
IGLESIA Y MASONERÍA. LAS DOS CIUDADES. Alberto Bárcena
Salón de los Francmasones, sede de la Gran Logia Unida de Inglaterra, ubicado en Great Queen Street
