Por la Gracia de Dios soy un ser humano y un cristiano; por mis acciones, soy un gran pecador; por mi condición social soy un peregrino sin techo, y de la clase más humilde, que anda siempre caminando de un pueblo al otro. Mis riquezas son las que llevo sobre mi espalda: una alforja con un poco de pan seco. Entre mis ropas, la Santa Biblia. Y eso es todo.
Anónimo. Relatos de un peregrino ruso
