El domingo 24 después de la Trinidad, entré en la iglesia a orar, mientras se recitaba la liturgia. Leían la carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, en aquel versículo donde se dice: «Oren sin cesar». Esta palabra penetró en mi alma, muy profundamente. Entonces me pregunté cómo sería eso posible. Orar sin cesar! Cada uno de nosotros tiene que atender múltiples ocupaciones para poder mantenerse en la vida.
Busqué en la Biblia y leí con mis propios lo que había escuchado: «Conviene orar sin cesar (1 Tes 5, 17); orar con el espíritu en toda ocasión (Ef 6, 18), orar en todo lugar con manos puras, libres de cólera y discordia(1 Tim 2, 8)
RELATOS DE UN PEREGRINO RUSO. Anónimo
