inclina la cabeza, cierra los ojos, respira más lento; con la imaginación, mira en lo íntimo de tu corazón, recoge tu imaginación, es decir, tu pensamiento y hazlo pasar de la cabeza al corazón, anda calculando pausadamente tus palabras mientras dices: «iSeñor Jesucristo, ten piedad de mí!» dilo en voz baja e, incluso, dilo en silencio, sólo con la mente. Esfuérzate en echar hacia afuera todo pensamiento; ten paciencia y repite este ejercicio con frecuencia
San Simeón, el Teólogo
