Con las palabras «que estás en los cielos» se nos da confianza para orar, por tres motivos: por el poder de Aquel a quien se pide; por la familiaridad con él; y por la conveniencia de la petición.
1. El poder de Aquel a quien se pide es sugerido si por cielos entendemos los cielos materiales Pues aunque no está Él limitado por los cielos materiales, como se lee en Jeremías 23, 24: Yo lleno el cielo y la tierra; sin embargo se dice que Él está en los cielos materiales para indicar dos cosas: tanto la virtud de su poder como la sublimidad de su naturaleza.
a. Lo primero es contra los que dicen que todo ocurre necesariamente por la determinación de los cuerpos celestiales: tanto que sería inútil pedirle algo a Dios por la oración. Pero esto es una estulticia, porque si se dice que Dios está en los cielos es precisamente como Señor de los mismos cielos y de las estrellas, conforme al Salmo 102, 19: «El Señor en el cielo asentó su trono».
b. Lo segundo es contra aquellos que al orar idean e inventan imágenes corporales de Dios. Por eso se dice que está en los cielos para que por aquello que en las cosas sensibles es lo más elevado, se exprese que la divina sublimidad todo lo excede, aun los deseos y la comprensión de los hombres; de modo que todo lo que se pueda pensar o desear es menor que Dios. Por lo cual se dice en Job 36, 26:»;Qué grande es Dios, que sobrepuja a nuestra ciencia!; en el Salmo 112, 4: «Excelso es el Señor sobre todas las gentes»; en Isaías 40, 18:»¿A quién habéis asemejado a Dios?».
2. La familiaridad con Dios se nos muestra si por cielos se toma a los Santos. En efecto, ya que algunos dijeron que El por su excelsitud no cuida de las cosas humanas, conviene saber que está muy cerca de nosotros ○ más bien nos es íntimo, pues se dice que está en los cielos, esto es, en los Santos, a quienes se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: «Los cielos cuentan la gloria de Dios»; y Jeremías 14 9: «Tú, Señor, estás con nosotros». Esto produce confianza en los que oran, por dos motivos.
Primero por la proximidad de Dios, según el Salmo 144, 18: «Muy cerca está el Señor de todos los que lo invocan». Por lo cual nos dice en Mateo 6, 6: «Mas tú, cuando vayas a orar entra en tu aposento», a saber, el del corazón.
Segundo, porque por la intercesión de los santos podemos obtener lo que pedimos, según Job 5, 1: «Dirígete a alguno de los Santos»; Santiago 5, 16: «Orad los unos por los otros para que seáis salvos».
3. Diciendo «que Él está en los cielos» la oración tiene idoneidad y conveniencia, si por cielos se entienden los bienes espirituales y eternos, en los cuales consiste la bienaventuranza, por dos razones.
Primeramente, porque con estas palabras se inflaman nuestros deseos por las cosas celestiales. En efecto, nuestros deseos deben tender a donde tenemos a nuestro Padre, porque allí es donde está nuestra heredad. Colosenses 3, 1: «Buscad las cosas que son de arriba». 1 Pedro 1, 4 nos habla de «la herencia inmarcesible» que nos está «reservada en los cielos».
En segundo lugar, porque esto nos convida a que nuestra vida sea celestial, a fin de que seamos conformes con el Padre Celestial, según 1 a Corintios 15, 48: «Como el celeste, así serán los celestes». Y estas dos cosas -el deseo de lo celestial y una vida celestial-nos hacen idóneos para pedir, pues por ellas es digna la oración
Comentarios sobre el Padre Nuestro y los Diez Mandamientos. Santo Tomás de Aquino
