Los que dijeron que nuestro Señor Jesucristo no era Dios, o que no era Dios verdadero, o que no era un Dios con el Padre, o que por ser mudable no era inmortal, pueden ser convencidos por el testimonio acordado y unánime de los libros divinos, de donde están tomadas estas palabras: En el principio existia el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Es manifiesto que nosotros reconocemos en el Verbo de Dios al Hijo único de Dios, del cual dice luego: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, a causa del nacimiento de su encarnación, acaecido, en el tiempo, de una Virgen.
En este pasaje declara San Juan no sólo que Cristo es Dios, sino que es consubstancial al Padre, pues habiendo dicho que el Verbo era Dios, continúa: En el principio estaba en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada ha sido hecho (Jn. 1, 1-14; 2, 3). En el omnia se incluyen todas las criaturas. Luego consta con evidencia que no ha sido hecho aquel por quien fueron hechas todas las cosas. Y si no ha sido hecho, no es criatura; y si no es criatura, es una misma substancia con el Padre. Toda substancia que no es Dios, es criatura; y la substancia que no es criatura, es Dios. Si el Hijo no es una misma substancia con el Padre, es criatura; y si es criatura, ya no han sido hechas por El todas las cosas Pero está escrito: Todo ha sido hecho por Él; luego es una misma substancia con el Padre, y, por consiguiente, no sólo es Dios, sino también Dios verdadero
De Trinitate. Agustín de Hipona
