Verdadero alcance del Mea Culpa

Verdadero alcance del Mea Culpa

Se requería, para la purificación de la memoria, el reconocimiento de las culpas donde las hubiera habido. En diciembre del año 1982, en una alocución en Madrid dirigida a los representantes de la Universidad, las Academias y la Investigación científica, Juan Pablo II habia reconocido algunos «errores y excesos en momentos como los de la Inquisición», advirtiendo, empero, que «sólo a la luz objetiva de la historia» podía reconstruirse la verdad de los hechos. Al año siguiente, el 11 de septiembre de 1983, en ocasión de un encuentro ecuménico en Viena, dirá: «las culpas que corresponden realmente a los cristianos no deben ser negadas». En 1991 insistiria en que las exigencias de la verdad y del amor «suponen el reconocimiento leal de los hechos, con disponibilidad de perdonar y reparar los respectivos errores. Éstas impiden encerrarse en ideas preconcebidas, a menudo fuente de amargura y estériles recriminaciones; conducen a no lanzar acusaciones infundadas contra el hermano, atribuyéndole intenciones o propósitos de los que carece, Así, cuando se tiene el deseo de comprender realmente la posición del otro, los contrastes se reducen mediante un dialogo paciente y sincero, bajo la guía del Espíritu Paráclito». Lo cierto es que el mea culpa será extensivo exclusivamente a los abusos puntuales de algunos particulares, por tanto lógicamente, no extensivo a la institución de la Inquisición y menos a la Iglesia, que es Santa, como enseñaba el santo obispo de Hipona en una de sus bellas apologias. Nos los confirma el mismo Hans Küng, enemigo declarado del papado, cuando se quejaba amargamente «de la diferenciación que se hace entre las culpas de los representantes de la Iglesia y la institución en cuanto tal».

Por otro lado, seria conveniente plantear las siguientes cuestiones:

¿es justo y razonable señalar que la Iglesia Católica o cualquier otra religión o nación es -y será- esencial y generalmente injusta por la desobediencia de algunos de sus fieles o ciudadanos, tanto en el presente como en el pasado?

¿Por qué sólo se juzga con este criterio a la Iglesia Católica? ¿No han acaso cometido errores en cantidad y gravedad mayor representantes de otras religiones o estados? ¿Es justo que representantes de otras religiones exijan a la Iglesia Católica algún tipo de reparación o reconocimiento, no ya por algunos sucesos aislados del pasado, sino por todo su pasado, cuando en primer lugar son ellos quienes no tienen las manos limpias?

Sea cual fuere nuestra posición respecto a este delicado asunto, estos interrogantes merecen, al menos. alguna consideración y reflexión. Hay que insistir: debe guardarse especial cuidado antes de proceder a generalizaciones. A este respecto, el Concilio Vaticano II había recordado – tomando dos contextos diferentes la no imputabilidad a los contemporáneos de culpas cometidas en el pasado por miembros de sus comunidades religiosas: Lo que en su pasión [de Cristo] se perpetró no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judios que entonces vivian, ni a los judios de hoy.

Comunidades no pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia católica, a veces no sin culpa de los hombres por una y otra parte. Sin embargo, quienes ahora nacen en esas comunidades y se nutren con la fe de Cristo no pueden ser acusados de pecado de separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor. Sobre el verdadero alcance de este generoso Mea Culpa se expedirá la Comisión Teológica Internacional mediante un conocido documento titulado Memoria y Reconciliación. La Iglesia y las Culpas del pasado, Sentido y alcance del reconocimiento de las culpas históricas, del cual pueden recogerse interesantísimas valoraciones e interrogantes: ¿Se puede hacer pesar sobre la conciencia actual una <culpa> vinculada a fenómenos históricos irrepetibles, como las Cruzadas o la Inquisición? <No es demasiado fácil juzgar a los protagonistas del pasado con la conciencia actual, como hacen escribas y fariseos, según Mt. 23,29-32 [..]?» «La Iglesia del presente-observaba el cardenal Ratzinger- no puede constituirse como un tribunal que sentencia sobre el pasado». En el capítulo IV del citado documento se advierte: La identificación de las culpas del pasado de las que enmendarse implica, ante todo, un correcto juicio histórico, que sea también en su raíz una valoración teológica Es necesario preguntarse: ¿qué es lo que: realmente ha sucedido?, ¿qué es exactamente lo que se ha dicho y hecho? Solamente cuando se ha ofrecido una respuesta adecuada a estos interrogantes, como fruto de un juicio histórico riguroso, podrá preguntarse si eso que ha sucedido, que se ha dicho o realizado, puede ser interpretado como conforme o disconforme con el Evangelio, y en este último caso, si los hijos de la Iglesia que han actuado de tal modo habrían podido darse cuenta a partir del contexto en el que estaban actuando. Solamente cuando s se llega ala certeza moral de que cuanto se ha hecho contra el: Evangelio por algunos de los hijos de la Iglesia y en su nombre habria podido ser comprendido por ellos como tal, y en consecuencia evitado, puede tener sentido para la Iglesia de hoy hacer enmienda de culpas del pasado. Hay que evitar tanto una apologética que pretenda justificarlo todo, como una culpabilización indebida que se base en la atribución de responsabilidades insostenibles desde el punto de vista histórico

Pasando al segundo apartado del mismo capítulo, podemos leer lo siguiente: Si estas operaciones están presentes en todo acto hermenéutico, no pueden faltar tampoco en la interpretación en que se integran juicio histórico y juicio teológico; ello exige, en primer lugar, que en este tipo de interpretación se preste la máxima atención a los elementos de diferenciación y extrañeza entre presente y pasado. En particular, cuando se pretende juzgar posibles culpas del pasado, hay que tener presente que son diversos los tiempos historicos y son diversos los tiempos sociológicos y culturales de la acción eclesial, por lo cual, paradigmas y juicios propios de una sociedad y de una época podrían ser aplicados erróneamente en la valoración de otras fases de la historia, dando origen a no pocos equívocos; son diversas las personas, las instituciones y sus respectivas competencias; son diversos los modos de pensar y los condicionamientos. Sobre el «principio de historicidad» (5, 1), dice: Precisamente en cuanto cada acto humano pertenece a quien lo hace, cada conciencia individual y cada sociedad elige y actúa en el interior de un determinado horizonte de tiempo y espacio. Para comprender de verdad los actos humanos y los dinamismos a ellos unidos, deberemos entrar, por tanto, en el mundo propio de quienes los han realizado; solamente así podremos llegar a conocer sus motivaciones y sus principios morales. Y esto se afirma sin perjuicio de la solidaridad que vincula a los miembros de una especifica comunidad en el discurrir del tiempo. El alcance del Mea Culpa es inequívoco (1, 3): La imputabilidad de una culpa no puede extenderse propiamente más allá del grupo de personas que han consentido en ella voluntariamente, mediante acciones por omisiones o por negligencia. Del documento Memoria y Reconciliación puede extraerse un hondo sentido de autocrítica -como siempre ha tenido la Iglesia-, donde se pide perdón por los abusos de aquellos que en algún momento de la historia hicieron mal uso de sus funciones, desatendiendo sus responsabilidades. No obstante no consta en ningún pasaje del documento, como se ha visto, mención o alusión alguna sobre la supuesta condena al tribunal inquisitorial, al cual, como se ha dicho, tantos santos, papas y hombres notables han alentado e integrado. Quienes sí habían leído, analizado y entendido el verdadero alcance de este Mea Culpa- como el desacreditado teólogo apóstata Hans Küng- exhortaron al pontífice a hacer este pedido extensivo no ya a puntuales y aislados abusos, sino al tribunal per se y a todos cuantos en él hubieran participado directa o indirectamente. A esto respondería sabiamente Juan Pablo II: «Ciertamente, el Magisterio de la Iglesia no puede proponerse realizar un acto de naturaleza ética, como es la petición de perdón, sin antes informarse exactamente sobre la situación de ese tiempo. Pero tampoco puede apoyarse en las imágenes del pasado transmitidas por la opinión pública, ya que a menudo tienen una sobrecarga de emotividad pasional que impide un diagnóstico sereno y objetivo. Si no tuviera en cuenta esto, el Magisterio faltaría a su deber fundamental de respetar la verdad». Advertirá también que «antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en que sea as, agregando que «La Inquisición requiere calma y análisis objetivos» en respuesta a quienes se precipitan a condenarlo-, insistiendo en que: «El tribunal de la Inquisición esta lejos de ser como opinan los enemigos de la Iglesia». Como es sabido, toda institución humana -a consecuencia del pecado original- es imperfecta. Dentro de la imperfección natural a toda empresa humana, la Inquisición fue -como mostrará el detenido análisis de la ingente cantidad de documentación existente- una de las instituciones más justas de la historia, si se evalúa, como escribía el conde De Maistre, «no sólo sus yerros sino sus incontables aciertos y sobre todo los males que evitó». Ésta es la forma más prudente de evaluar correctamente la actuación de un hombre, grupo o institución: en su conjunto. Si hay un concepto que ha repetido insistentemente Juan Pablo II ( siguiendo aquí a Pablo VI) desde su regio magisterio, fue el de «olvidar antiguos enfrentamientos»: ofrecemos perdón y pedimos perdón. Lamentablemente, este gesto de grandeza no siempre será celebrado ni acogido suficientemente por sus destinatarios: algunos lo considerarán insuficiente y otros se limitaran a ignorarlo con fría displicencia. Resulta de vital importancia conservar estos pronunciamientos frescos e inertes en la memoria, principalmente por la significación de su procedencia: un pontífice cuya bondad, caridad y erudición jamás ha sido puesta en duda siquiera por los más acérrimos adversarios de la Iglesia Católica. El Simposio Internacional sobre la Inquisición convocado por Juan Pablo II

El protestantismo ha creado una nueva historiografía de la Iglesia con el objetivo de demostrar que no sólo esta manchada por el pecado, sino que esta totalmente corrompida y destruida». Comisión Teológica Internacional

Ante la opinión pública la imagen de la Inquisición representa de alguna forma el símbolo de este antitestimonio y escándalo. ¿En qué medida esta imagen es fiel a la realidad? Antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en que sea así. Éste es el motivo por el que el Comite pidió la consulta de historiadores, cuya competencia científica es universalmente reconocida». Juan Pablo I

Es justo, por otra parte, que la Iglesia contribuya a modificar imágenes de sí falsas e inaceptables, especialmente en los campos en los que, por ignorancia o por mala fe, algunos sectores de opinión se complacen en identificarla con el oscurantismo y con la intolerancia». Comisión Teológica Internacional

Esta iniciativa demuestra que la Iglesia no teme someter el propio pasado al juicio de los historiadores». Cardenal Etchegaray

La Iglesia no tiene miedo a la verdad que emerge de la historia y está dispuesta a reconocer equivocaciones alli donde se han verificado». Juan Pablo II

Luigi Accattoli, ob. cit., p.99. Sobre el Viaje apostólico de Juan Pablo II a España (12-1983) y su alocución en Madrid consultar L’Obsservatore Romano (edic. sem. en lengua esp. Num. Extraord.), diciembre de 1982, p.54, col, 38. Noticia recogida también en http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/docum/revhis/entrelos.htm Luigi Accattoli es desde 1981 el especialista en tema del Vaticano del Corriere Della Serra. Su famoso «Mea Culpa: Cuando el Papa pide perdón» (Ed. Española: Barcelona, Gijalbo, 1997) es muestra evidente de este tan en boga, poco científico, «revisionismo católico». Aunque algunas de sus aseveraciones podrán ser disculpadas si tomamos en consideración que su libro fue editado previo a las conclusiones del Simposio Internacional sobre la Inquisición de 1998

Juan Pablo I, Basílica de San Pedro, 7 de diciembre de 1991, en ocasión a la celebración ecuménica para clausurar el Sínodo Europeo

*En entrevista al diario suizo Sonntags Zeitung, cfr. http://www.istor.cide.edu/archivos/ num_3/coincidencias%20y%20divergencias.pdf, Hans Küng, profesor de la Universidad de Tubinga -a quien el Vaticano prohibió hace 21 años enseñar en nombre de la Iglesia Católica- que mantiene una larga polémica con el Vaticano. Bajo el titulo La autocrítica eclesial, Giacomo Biffi publicó en 1995 una nota pastoral en la que advertiría sobre las probables consecuencias de un mea culpa indiscriminado: «»un tema de notable delicadeza, que puede devenir fuente de ambigüedad y hasta de malestar espiritual entre los fieles más simples y pequeños, a los que también, en primer lugar, están destinados los misterios del Reino»

Comisión Teológica Internacional, Memoriay Reconciliación: La Iglesia y las Culpas del Pasado, Madrid, Editorial Biblioteca de Autores Cristianos, 2000, 1, 2. Consultar versión digital en http://www.vatican. va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_con_cfaith_doc_20000307_memory-reconc-itc_sp.html.

*La jornada del perdón, para muchos, pasará a la historia de la Iglesia como una fecha singular ya que, como revela el documento Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado, no existen precedentes bíblicos ni históricos de esta iniciativa. Antes de Karol Wojtyla, sólo Pablo VI lamentó públicamente la desunión de los cristianos, aunque sin llegar a pedir expresamente perdón por ello

*Cabe aclarar que Memoria y Reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado se trata de un documento de la Comisión Teológica Internacional [..] Esto no significa que sea un documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (1). No es, por tanto, un texto de la Santa Sede y mucho menos del Papa. El mismo Cardenal Ratzinger, al presentarlo explico que con este texto «la Iglesia no pretende erigirse en juez del pasado, ni encerrarse de manera pesimista en sus propios pecados». «El documento <Memoria.y Reconciliación> [..] no es más que el resultado de un grupo de teólogos [..] Cuando se habla del pasado de la Iglesia, se cuentan muchas cosas que, con frecuencia, son calumnias, mitos. La verdad histórica es la primera exigencia» (Padre Georges Cottier, secretario de la Comisión Teológica Internacional, autora del texto, 8/3/00). Conforme el Articulo 48 de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Pastor bonus, promulgada por el Santo Padre Juan Pablo II el 28 de junio de 1988, <la tarea propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello que, de alguna manera toca este tema, cae bajo Su competencia>. Cit. en Página Oficial del Vaticano, Comunicado de la Comisión Teológica Internacional (Agencia Zenit, 7/3/00)

Cardenal Ratzinger, 7 de marzo del 2000, en ocasión de la presentación en la Sala de Prensa de la Santa Sede, el documento Memoria y Reconciliación.

Carta de Juan Pablo Il al Cardenal Etchegaray sobre la Inquisición (al publicarse las <Actas del Simposio Internacional> celebrado en Roma en 1998), Zenit, 15 de junio de 2004, edición digital, cfr. http://www.zenit.org/article-12713?l=spanish 21 Cit. en documento mencionado de la Comisión Teológica Internacional, Memoria y Reconciliación 22 Cardenal Etchegaray, Aceprensa, 11 de noviembre de 1998, edición digital, cfr. http://www.aceprensa.com/articulos/1998/nov/11/el-juicio-sobre-la-inquisici-n-en- su-contexto-hist/

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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