Sobre la culpabilidad eclesiástica del pasado, previo a la inauguración del Simposio y refiriéndose a las distintas acusaciones que caen sobre la Iglesia, preguntaba retóricamente Juan Pablo II: «¿Es justo y oportuno que tengamos que pedir perdón por los errores eclesiásticos de os siglos pasados? Es justo si se han demostrado históricamente con investigaciones objetivas y, sobre todo, sin valoraciones anacrónicas (algo que no siempre sucede)». A su vez, en el ano 1996 el arzobispo Sebastiani expresaba lo siguiente: «La comisión está convencida de que esta elección favorecerá a una comprensión de los hechos realmente acontecidos, ayudará a hallar la verdad histórica sin condicionantes subjetivos y polémicos, y servirá como base para la creación de una nueva cultura no basada en prejuicios. Al mismo tiempo responderá al deseo del Santo Padre de realizar gestos concretos de perdón»
El Simposio organizado en Roma entre el 29 y el 3 1 de octubre del año 1998, significó sin dudas un suceso histórico sumamente trascendental, no sólo por la temática propuesta, sino por las magnánimas condiciones en que fue organizado, La finalidad del Simposio era investigar profundamente, y de una forma objetiva y serena, qué habia sido lo que realmente sucedió en los más de tres siglos y medio de existencia de este Tribunal. «La Iglesia -puntualiza la Comisión Teológica Internacional- confia la investigación sobre el pasado a la paciente y honesta reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional ideológico», Para la ocasión se convocó un equipo interreligioso de más de cincuenta expertos de distintas naciones y lineamientos ideológicos, a quienes no se puso más condicionamiento que la búsqueda de la verdad, fuera cual fuera asegurándoles un perfecto marco de objetividad. Para todo esto se dispuso la facilitación de todos los archivos vaticanos, tanto los que le eran favorables como los que podrían perjudicarle «A ellos -puntualiza en las Actas el cardenal Etchegaray- no se les pedía otra cosa que exponer con el máximo rigor metodológico posible, pero tambiến con la máxima libertad, el resultado de sus investigaciones».
Hay que hacer notar que la apertura de los archivos de la Inquisición no constituía novedad alguna, pues ya había sido ordenada -según tenemos noticia-en otras dos oportunidades: la primera en la década de 1840 y la segunda en 1881. Esto demuestra claramente que la Iglesia jamás temió a la verdad histórica: siempre se sometió al «archivo en forma voluntaria en todo momento y en todo lugar. Siempre lo ha hecho con genuina humildad y apertura. Esto decia el Papa Montini, Paulo VI, a principios de su pontificado: Debemos aceptar las críticas que nos rodean con humildad, reflexión y hasta con reconocimiento. Roma no necesita defenderse haciendo oidos sordos a las sugerencias que le llegan de voces sinceras y mucho menos si dichas voces son las de amigos y hermanos. A las acusaciones, tan a menudo infundadas, dará respuesta, y a su honor, defensa; pero nunca con altivez, enrevesamiento ni polémica
El Simposio convocado por Juan Pablo II será organizado por el cardenal francés George Cottier (miembro de la Comisión Histórico-Teológica del Comité para el Gran Jubileo del Año 2000) y sus investigaciones culminarian en junio del 2004, seis años después de su inauguración, fecha en la que serían editados sus resultados y conclusiones. Éstas serían recogidas en «Actas» en un libro titulado La Inquisición, de casi mil páginas, siendo Agostino Borromeo -profesor de historia en la Universidad La Sapienza- el coordinador de este extenso volumen La obra en cuestión recoge la opinión de decenas de historiadores y teologos al respecto del Santo Tribunal. El 9 de noviembre 1998, a poco de concluido el Simposio, en una entrevista concedida por el cardenal Cottier a la agencia de noticias Zenit 29, se encuentran valiosísimos apuntes y juicios sobre el asunto:
No podemos pedir perdón por pecados inventados\[..
La historia de la Inquisición no es la historia de Iglesia. La Iglesia es santa y da siempre frutos de santidad. Pero con esto no quiero decir que la Iglesia esté compuesta sólo de hombres santos, sino que produce frutos de santidad, en cada generación, también en nuestra época. La Inquisición ha sido una institución eclesiástica y temporal que ha tenido ciertamente grandes defectos con sus consiguientes efectos negativos, pero éste no es el camino de la Iglesia, La Iglesia, como esposa y cuerpo de Cristo, tiene que gozar de toda nuestra confianza y, cuando hace penitencia, como indica Juan Pablo II en la carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, «está cumpliendo un acto de lealtad y valentía que nos da nuevas fuerzas para afrontar el presente». Sólo cuando se hace un esfuerzo por pensar como razonaban las personas de aquel tiempo es posible comprender por qué tanta gente excelsa y de gran fe no experimentó los interrogantes que planteaba esta institución. [.]
Hoy vivimos en una sociedad pluralista en la que la distinción entre poder temporal y espiritual es mucho más clara que en el pasado y esto representa un gran cambio. A partir de esta consideración, hay que hacer una reflexión teológica. Pero quisiera añadir que la realidad moderna es paradójica. Hoy día vemos cómo muchas personas critican las prácticas violentas de la Inquisición, y cómo luchan contra la pena de muerte, pero al mismo tiempo asistimos a la liberalización del aborto y de la eutanasia. De este modo, constatamos que el progreso de la conciencia no es lineal: se pueden dar pasos adelante en un campo y pasos atrás en otro. Si, además, somos testigos de cómo algunos sistemas totalitarios, en nombre de la «Razón de Estado», no han dudado en cometer masacres y torturas de masa, entonces comprenderemos la complejidad de la historia. El hombre está llamado a la santidad, pero es pecador y el pecado forma parte de la historia. Los santos viven la vida evangélica, incluso aquellos que aceptaron la Inquisición, vivieron según esta senda. Uno de ellos fue, por ejemplo, San Pedro mártir de Verona, quien es recordado en el calendario,
Tenemos que pedir perdón también por algunos pecados cometidos en la historia. Pero se corre el riesgo de pedir perdón por hechos que nunca existieron. El Papa habla de purificación de la memoria. Esto quiere decir que tenemos que purificar nuestra imagen del pasado de los errores que son promovidos por la propaganda. La idea horrorosa de la Inquisición difundida entre la opinión pública es seguramente exagerada. Por este motivo, hemos decidido escuchar a los historiadores para que nos digan qué fue exactamente la Inquisición. La petición de perdón debe formularse basándonos en la información más exacta posible. Éste era el objetivo fundamental del Simposio y estamos contentos por los resultados alcanzados. La Inquisición -concluye Cottier- combatió un mal real, la herejía, que amenazaba la fe y destruia la unidad de la Iglesia. Luchar contra las ideas peligrosas sigue siendo una necesidad en nuestra época.
Agrega: jpII «Sin embargo, no debemos dejar de subrayar que, aun cuando los errores e injusticias hayan sido cometidos por los mayores responsables de la Iglesia, esta seguirá siendo capaz de generar frutos extraordinarios de santidad y así seguir siendo siempre la Esposa de Cristo, santa e inmaculada. Dicha afirmación parece particularmente justa respecto al pueblo fiel, el cual, al no saber hacer distinciones teológicas, vería afectada su serena adhesión al misterio eclesiástico por obra de estas autoacusaciones. Refiriéndose a un «curioso acto de fe» dice: «En cambio, puede ser gratificante destacar que la satisfacción de los no creyentes al acusar a la Iglesia de haber cometido injusticias a lo largo de su historia es un implícito acto de fe en la Esposa de Cristo, que continúa presente y activa en todas las épocas con la identidad inalterada. Es una permanencia singular, que no puede reconocerse a ningún otro organismo social», cit. en Luigi Accattoli, ob. cit., Pp.68-70 25 Cit. en Luigi Accattoli, ob., cit. p.79 26 Memoria.., 4.2
Al respecto se expresaría Juan Pablo II: «El Archivo vaticano, abierto a la consulta de los estudiosos por la sabia clarividencia de León XIII en el año 1881, ha sido punto de referencia de enteras generaciones de historiadores, más aún, de las mismas naciones europeas, que, para favorecer las investigaciones en un scrinium tan antiguo y rico de la Iglesia de Roma, han fundado en la ciudad eterna instituciones culturales específicas. Hoy no sólo se acude al Archivo secreto para investigaciones eruditas, ciertamente útiles y dignísimas, sobre periodos lejanos de los nuestros, sino también para intereses que atañen a épocas y tiempos cercanos a los nuestros, incluso muy recientes. Lo demuestran los primeros frutos que ha producido hasta hoy la reciente apertura del pontificado de Pío XI los estudiosos, que decidí en junio de 2006. A veces, las investigaciones, los estudios y las publicaciones, además de despertar un interés principalmente histórico, pueden suscitar también algunas polémicas. A este respecto, no puedo por menos de alabar la actitud de servicio desinteresado y ecuánime que ha prestado el Archivo secreto vaticano, manteniéndose alejado de estériles y a menudo también débiles visiones históricas partidistas y ofreciendo a los investigadores, sin barreras o prejuicios, el material documental que posee, ordenado con seriedad y competencia». La mayor parte de las actas se encuentran disponibles en el AHN (Archivo Nacional de Madrid). Según los registros del Centro de Estudios Inquisitoriales, volcados en los voluminosos tomos Historia de la Inquisición en España y América, existen además del Archivo Nacional de Madrid y el de Simancas otros importantes fondos documentales. En el Museo Británico se conservan varios restos documentales. Entre sus fondos sobresalen los dos volúmenes catalogados con las signaturas EG. 457-458, que llevan el título de Diccionario de las leyes de la Inquisición. E. Llamas asegura que gracias a esos dos volúmenes se pueden conocer en su totalidad hasta mediados del siglo xvii, la legislación inquisitorial, las leyes y disposiciones que regulaban la actuación de sus ministros, y los ámbitos de su competencia, la fecha de su promulgación, su valor positivo, como afirmación, corrección o retractación de leyes anteriores, etc. También existe importante documentación del tribunal en la Biblioteca de Oxford, como así también en Roma, Bélgica y Dinamarca. En la biblioteca Nacional de Francia se encuentran los 19 volúmenes de los archivos secuestrados por Llorente durante la ocupación francesa. En EEU U existen otros fondos inquisitoriales, entre los que se destacan especialmente aquellos ubicados en la biblioteca publica de Nueva York, en el Oklahoma Thomas Gilcrease Institution, y en la LEA Library de Filadelfia.
Concilio Vaticano I, cit., vol. 3, p.10
Entrevista a Georges Cottier, 9 de noviembre de 1998, Ciudad del Vaticano, cfr. http://www.apologetica.org/inqui.htm. Recogida integra también por la agencia de noticias Aceprensa, el 11 de noviembre de 1998, cfr. http://www.aceprensa.com/artícu- los/1998/nov/11/el-juicio-sobre-la-inquisici-n-en-su-contexto-hist/. De la misma opinión fue el obispo Rino Fisichella, auxiliar de Roma y vicepresidente de la Comisión Teológico-Histórica: «La Inquisición eclesiástica nació para defender la verdad. Se puede discutir sobre los medios que empleó, pero el objetivo sigue siendo válido. Los instrumentos utilizados en la época eran los comunes, los que la sociedad empleaba». Agrega: «En su componente espiritual, la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; pero también vive en la historia y está compuesta por hombres de su tiempo. En el Medievo, nadie podía pensar con la conciencia que tenemos actualmente. La historia está hecha así, tiene sus tiempos. Y hay que tener en cuenta las realidades históricas en las que se vive. Hoy nadie podría pensar que la defensa de la verdad pueda realizarse con instrumentos coercitivos. Pero esto podemos decirlo ahora, con una conciencia nueva, modificada en el tiempo» (cit. en el link recién mencionado).
El Documental fue emitido por el canal History Channel en el año 2005. Disponible en italiano en el canal http://www.youtube.com. Al ser preguntado sobre la expresión «el gran inquisidor», el entonces cardenal Ratzinger explica: «Gran inquisidor» es una definición histórica. Y nosotros seguimos un camino de continuidad. A la luz del concepto actual de justicia fue algo críticable, pero la Inquisición fue un progreso porque desde entonces nadie puede ser condenado sin una investigación
