Perdóneme, en el nombre de Dios. He hablado mucho y los Padres declaran que una conversación, incluso espiritual, no es más que vanidad, si dura mucho tiempo. Ahora ya es tiempo de que vaya a reencontrar a aquél que me debe acompañar a Jerusalén. Por favor, ore por mí, pobre pecador, para que el Señor en su misericordia transforme en algo bueno este, mi camino hacia a El
Te lo auguro de todo corazón, mi hermano querido en el Señor -respondió él-. Que la Gracia infinita de Dios ilumine tus pasos, y se encargue de caminar contigo en el camino, como el ángel Rafael con Tobías
RELATOS DE UN PEREGRINO RUSO. Anónimo
