Amazonia



El proyecto consistente en privar a las comunidades y a los sacerdotes de este gozo no es una obra de misericordia. En conciencia, como hijo de África, no puedo apoyar la idea de que a los pueblos en vias de evangelización se les prive de este encuentro con un sacerdocio vivido en plenitud. Los pueblos de la Amazonía tienen derecho a una experiencia plena de Cristo-Esposo. No se les pueden proponer sacerdotes <de segunda clase>

Al contrario: cuanto más joven es una Iglesia, más necesitada está del encuentro con la radicalidad del Evangelio. Cuando san Pablo exhorta a las jóvenes comunidades cristianas de Éfeso, filipenses y colosenses, no las enfrenta a un ideal inasequible, sino que les enseña todas las exigencias del Evangelio: <Así como habéis recibido a Cristo Jesús, el Señor, vivid en él, enraizados y edificados sobre él, permaneciendo fuertes en la fe, tal como aprendisteis, y manifestando generosamente vuestro agradecimiento. Vigilad para que nadie os seduzca por medio de vanas filosofías y falacias, fundadas en la tradición de los hombres y en los elementos del mundo, pero no en Cristo> (Col 2, 6-8). En esta enseñanza no hay ni rigidez ni intolerancia. La Palabra de Dios exige una conversión radical. No tolera componendas ni ambigüedades. Es <eficaz, y más cortante que una espada de doble filo> (Hb 4, 12). Nosotros, a ejemplo suyo, hemos de predicar con claridad y dulzura, sin duras polémicas ni timidez apocada. Permitidme recurrir una vez más a mi experiencia personal. Pasé mi infancia en un mundo que empezaba a abandonar el Paganismo. Mis padres solo llegaron a conocer el cristianismo de adultos. Mi padre recibió el bautismo dos años después de que yo naciera. Mi abuela fue bautizada en el lecho de muerte. Así pues, conocí muy bien el animismo y la religión tradicional. Soy consciente de las dificultades de la evangelización, del doloroso desarraigo y las heroicas rupturas con sus costumbres, sus modos de vida y sus tradiciones paganas que deben afrontar los neófitos. Me imagino qué habria sido de la evangelización de mi poblado si hubieran ordenado a uno de sus hombres casados. Se me encoge el corazón solo con pensarlo. ¡Qué tristeza! Sin duda, yo hoy no sería sacerdote porque lo que me atrajo fue la radicalidad de la vida de los misioneros. ¿Quién se atrevería a privar a los pueblos del gozo de un encuentro con Cristo como este? Algo así me parece despreciable. Se ha instrumentalizado y endurecido la oposición entre la <pastoral de la visita> y la <pastoral de la presencia>. La visita a una comunidad de un sacerdote misionero procedente de un pais lejano manifiesta la solicitud de la Iglesia universal. Es imagen de la visita del Verbo a la humanidad. La ordenación de un hombre casado en el seno de la comunidad manifestaría el movimiento contrario: como si cada comunidad estuviera obli gada a encontrar en ella los medios de salvación

Cuando un gran misionero como san Pablo nos relata sus visitas a las comunidades de Asia Menor que él mismo fundó nos ofrece un buen ejemplo del apóstol que visita a las comunidades cristianas para reconfortarlas. La misericordia de Dios se encarna en la visita de Cristo. Nosotros la recibimos con gratitud. Nos abre a toda la familia eclesial. Temo que la ordenación de hombres casados responsables de una comunidad no repliegue a esa comunidad sobre ella misma y la aparte de la universalidad de la Iglesia. Cómo se le puede pedir a un hombre casado que cambie de comunidad arrastrando con él a su esposa y sus hijos? Cómo podria vivir ese hombre la libertad del siervo dispuesto a darse a todos los hombres?

El sacerdocio es un don que se recibe como se recibe la Encarnación del Verbo. No es ni un derecho ni una obligación. Una comunidad forjada en la idea de un <derecho a la Eucaristía> dejaría de ser discípula de Cristo. La Eucaristía como su nombre indica, es acción de gracias, don gratuito, presente misericordioso. La presencia eucaristica se recibe como un don inmerecido en medio del asombro y del gozo. El fiel que la reclama como algo debido demuestra que no es capaz de comprenderla
Estoy convencido de que las comunidades cristianas de la Amazonía no comparten una lógica de reivindicación eucaristica. Creo más bien que esos temas son obsesiones cuyo origen se halla en los medios teológicos universitarios. Nos enfrentamos a ideologias elaboradas por algunos teólogos dispuestos a servirse de las carencias de los pueblos pobres como un laboratorio experimental de sus proyectos de aprendices de brujo. No soy capaz de dejarles hacer en silencio Quiero tomar la defensa de los pobres, de los pequeños, de esos pueblos <sin voz>. No les privemos de la plenitud del sacerdocio. No podemos <falsear la doctrina católica del sacerdocio y el celibato para atender las necesidades reales o supuestas de ciertas situaciones pastorales extremas>, señalaba recientemente el cardenal Marc Ouellet. <Creo que sobre todo la Iglesia latina ignora su propia tradición del celibato, que se remonta a los tiempos apostólicos y que ha constituido el secreto y el motor de su fuerte expansión misionera>. Este es un tema crucial: el celibato sacerdotal es un potente motor de la evangelización, Hace creible al misionero. Y, ante todo, le hace libre, dispuesto a ir a cualquier parte y a arriesgarlo todo porque no existe ningún vinculo que lo frene

Desde lo más hondo de nuestros corazones (Mundo y Cristianismo) Sarah, Cardenal Robert

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

Deja un comentario