se piensa así como toda forma de gobierno que no constituya una democracia representativa. Hete aquí la novedad de un concepto radicalmente modificado, que surge de una nueva concepción de la ley, según la cual esta no es más que el arreglo circunstancial de las voluntades de los hombres. Ya sea porque la representación directamente no existe, o porque la representación está viciada por el dominio que sobre ella ejercen sectores privilegiados, en la opinión de los revolucionarios franceses el despotismo se corona como la más inadmisible forma de gobierno: aquella en la que el pueblo no gobierna en ningún sentido. La incuestionable hegemonía del sistema democrático moderno que, desde entonces y hasta nuestros días, opera en Occidente encuentra en esta definición del despotismo un fundamento crucial: o gobierna el pueblo o gobierna el despotismo
«todo para el pueblo pero sin el pueblo*
