Ahora que las apariciones estaban siendo ampliamente discutidas, el párroco de Fátima comenzó a intervenir y expresar su preocupación por unas apariciones que, de hecho, podrían ser demoníacas. La desaprobación del párroco desanimó a Lucía hasta tal grado que dudaba si acudir a la tercera reunión, el 13 de julio. Sin embargo, acudió con Jacinta y Francisco en la tarde de aquel día, donde una gran multitud se había congregado. Vieron un fogonazo de luz y la Señora se apareció sobre la encina
«Lucía, habla,» le indicó Jacinta. «Nuestra Señora te está hablando»,
«Sí?» dijo Lucía. Hablaba humildemente, pidiendo perdón con cada gesto por sus dudas, y dijo a la Señora: «»Qué quieres de mí?»
«Quiero que vengáis aqui el día trece del mes que viene. Continuad diciendo el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque sólo ella puede obtenerlo».
«Sí, SÍ. YO quisiera preguntarle quién es usted, y si puede hacer un milagro para que todo el mundo sepa a ciencia cierta que se ha aparecido».
«Debéis venir aquí todos los meses, y en octubre, te diré quién soy y lo que quiero. Después haré un milagro para que todos crean»
Con esa seguridad, Lucía comenzó a poner ante la Señora las peticiones que todos le habían confiado. La Señora dijo muy amablemente que ella curaría a al- gunos, pero que a otros no los curaría.
«¿Y al hijo paralítico de Maria da Capelinha?»
«No, no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe asegurarse de decir el Rosario junto a su familia todos los días».
Otro caso encomendado por Lucía a la Señora fue el de una mujer enferma, de Atougia, que pidió ser llevada al cielo,
«Dile que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien cuando vendré a buscarla Haced sacrificios por los pecadores, y decid a menudo, especialmente cuando hagáis un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de Maria».
«Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego había demonios y almas con forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o de color del bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantados en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caian por todos lados como chispas entre enormes fuegos sin peso ni equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. (Debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a animales terribles y desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, que nos dijo, con gran amabilidad y tristeza:
<Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores.Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacéis lo que yo os diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz. Esta guerra cesará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra gue- rra más terrible comenzará durante el pontificado de Pio XI. Cuando veáis una noche que es iluminada por una luz extraña y desconocida sabréis que esta es la señal que Dios os dará3s, y que indicará que está a punto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y con la persecución de la Iglesia y del Papa. Para prevenir esto, vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi Inmaculado Corazón, y pido que los primeros sábados de cada mes se hagan comuniones en reparación por todos los pecados del mundo. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz; en caso contrario, Rusia extenderá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones a la Iglesia. Los justos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Ciertas naciones serán aniquiladas. Pero al final, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, y esta se convertirá y el mundo disfrutará de un periodo de paz. En Portugal. fe siempre será preservada» La visión del infierno y la consagración de Rusia son la primera y segunda parte del secreto de Fátima. La controvertida tercera parte, a continuación, era tan terrible que no se pudo revelar hasta 1960. Examinaremos con detenimiento la tercera parte del secreto de Fátima, pero por ahora continuemos con la narración del 13 de julio, tal y como la contó Lucía
«Recordad, no debéis decirle esto a nadie más que a Francisco. Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: Oh, mi buen Jesús. perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu divina Misericordia» «¿Hay algo más que quiera de mí?»
«No, hoy no quiero nada más de ti.»
Luego, al igual que antes, la Señora comenzó a ascender hacia el Este, hasta que finalmente desapareció en la inmensa oscuridad del firmamento. La familia, los vecinos y el párroco intentaron que los tres niños revelasen la tercera parte del secreto de la Señora, pero los niños mantuvieron su promesa para con ella. Por esta razón, la aparición del 1 3 de julio de 1917 continúa siendo la más controvertida. Lucía guardó la tercera parte del secreto hasta 1941, cuando escribió la primera y segunda parte. Es mejor contemplar el secreto de Fátima como un único secreto con tres partes interrelacionadas pero, por razones de conveniencia, nos referiremos a ellos como el primer secreto, el segundo secreto y el tercer secreto Así, en 1941, Lucía reveló el primer secreto, relativo a la visión del infierno, y el segundo secreto, sobre la consagracióny conversión de Rusia al Inmaculado Corazón.
En octubre de 1943 el obispo ordenó a Lucía, bajo obediencia, que escribiese el tercer secreto, cosa que ella dudó en hacer por su chocante contenido. El 2 de enero de 1944, Nuestra Señora de Fátima se apareció a Lucía y le permitió escribir el tercer secreto, aunque este debería permanecer sellado hasta 1960, pues «entonces será más claro». Escribió entonces Lucia el tercer secreto y lo guardó en un sobre sellado. Este sobre sellado fue enviado a Roma en 1955 y no se abrió hasta 1959, cuando lo hizo Juan XXIII.
https://infovaticana.com/2018/06/23/juan-xxiii-y-el-tercer-secreto-de-fatima/