La finalidad principal de la propaganda protestante era incentivar en los dominios espanoles las revueltas de los súbditos contra sus autoridades naturales; objetivo que lograrían en la región de Flandes de la mano del desertor y apóstata Guillermo de Orange. Se puede definir a la leyenda Negra como la modalidad de hacer la guerra mediante la propaganda. Donde no legaba la pira protestante, llegaba el pasquin
Si bien esta leyenda negra responde a intereses políticos, económicos y territoriales, sigue teniendo vigencia aquello de Donoso Cortés de que «detrás de toda cuestión política hay una cuestión religiosa». Débese tener esto bien presente si se pretende comprender las razones de su creación. Por su parte, el célebre historiador italiano Vittorio Messori, coautor de varios libros de Juan Pablo II, atribuye esta leyenda principalmente a motivos geopolíticos, haciendo notar que los ataques contra la Inquisición, en su mayoría, fueron alentados por «la propaganda protestante en el marco de la lucha contra España por la hegemonía en el Atlántico», siendo el historiador protestante Henry Kamen de la misma opinión. La importancia territorial que había adquirido España, especialmente como consecuencia del descubrimiento de América -ampliada además, por la Corona, con los casamientos dinásticos- era notable; verdaderamente abrumadora.
No es casualidad, por cierto que surjan los primeros y más importantes libelos contra España y la Iglesia Católica a mediados del siglo XVI, con una España que «no conocía la puesta del sol», dueña de una armada invencible (el único ejército eficaz y permanente de Europa), a la vanguardia del continente en el terreno de la cultura y la ciencia. Ejemplo de libertad, tolerancia y armonía en sus dominios, contaba, junto a la Inquisición, con un apoyo popular total e incondicional. Una observación de no poca monta en la que repara Henry Hello es que los ataques contra la Inquisición comenzarían más de trescientos años después de constituida la primitiva Inquisición pontifica (1231), de rasgos muy similares la española, aunque más rigurosa, según sostiene la mayor Parte de los historiadores. Hecho que, en gran medida, confirma las razones expuestas ut supra.
Algo era seguro: si Inglaterra y los protestantes pretendían dominar Europa, entonces España debía ser totalmente destruida, y la mejor y única forma de lograrlo era atacando su factor de unidad: la fe Católica Apostólica y Romana, sostén del imperio. Sin contar con ejércitos que pudieran doblegar a los gloriosos y temidos tercios españoles, optaron los reformistas decididamente por la calumnia y la difamación, inventando historias sobre sus reyes y, principalmente, sobre la mayor institución de la Iglesia Católica en aquel momento: la, Inquisición, que castigaba y vigilaba la acción perniciosa de los herejes. Así, en épocas del apogeo de la Enciclopedia, circulaban en toda Europa versos como éste, que encontramos en un «antisemita ilustrado» como Voltaire:
[.] Aquel sangriento tribunal
Horrible monumento del poder monacal, Que España ha recibido, pero que ella aborrece; Que venga los altares, y al par los envilece; Que, cubierto de sangre, de llamas rodeado, Degüella a los mortales con un hierro sagrado
No obstante resulta sorpresivo que aquellos ilustrados que tan frecuentemente citan a este filósofo, omitan -como prueba el judío Poliakov en su conocido trabajo «El Antisemitismo en el Siglo de las Luces», que entre los principales promotores e ideologos de la enciclopedia francesa se encuentran varios de los más grandes antijudíos de la historia, comenzando por Rousseau, Diderot, Voltaire y toda la Enciclopedia Francesa
La Inquisición: Un tribunal de misericordia Cristián Rodrigo lturralde
