Julián Huxley reafirma su fe en esta frase:
Creo en el transhumanismo: una vez que un número suficiente de personas afirme lo mismo, la especie humana se encontrará ante un nuevo tipo de existencia, tan diferente de la nuestra como la nuestra del Hombre de Pekín
«El hombre normal es un punto evolutivo muerto: el hombre mecánico, que representa aparentemente un quiebre de la evolución biológica es, en realidad una expresión más verdadera de la misma,’
Resulta paradójica la fe militante de Huxley en el transhumanismo. Fueron sus creencias respaldadas por contundente evidencia científica solo se redujeron a mera especulación porque gratificaban sus deseos? Más aún ¿Cómo pudo Huxley seguir promoviendo la eugenesia después de los horrores registrados en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial?
Estos cuestionamientos siguen siendo válidos para los transhumanistas actuales.
John D. Bernal compartió el ateismo militante de los hermanos Huxley. En «El mundo, la carne y el diablo (1929), el científico marxista irlandés plantea la primera gran propuesta poshumanista. En la primera parte, ‘el mundo’, Bernal retoma el anhelo de los cosmistas rusos para colonizar el espacio y habitarlo permanentemente mediante estaciones espaciales conocidas como las ‘esferas Bernal. En la segunda, la carne’, apela abiertamente la transformación a gradual de los humanos en cyborgs incluyendo estados larvarios de seis a 12 décadas de duración para desarrollar capacidades fisicas y sensoriales superiores. Según Bernal: La manipulación biológica del hombre por el hombre es una etapa inevitable del proceso evolutivo en la que los cyborgs resultantes configurarán un futuro poshumano de inteligencias interconectadas. Cierra Bernal con ‘el diablo donde proyecta un futuro sin la presencia de Dios y de vidas completamente dedicadas al conocimiento y la intelectualidad. Pero si el poshumano y los mundos que crea son perfectos, ¿Qué rol jugaria la ciencia en este escenario? Además :Cómo es posible mejorar al ser humano destruyéndolo? Ignorando estas fundamentales contradicciones los pensadores transhumanistas insistieron en promover las bondades de su religión y el tecno-optimismo que exhibieron se entiende mejor en el contexto histórico de su época.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética iniciaron una agresiva carrera militar y espacial que reforzó las aspiraciones transhumanistas. Ya en 1945, Vannevar Bush (1890-1974), director de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo de los EE. UU., preparó un reporte titulado ‘Ciencia, la última frontera’ que marcó el compromiso formal del gobierno norteamericano para invertir seriamente en la exploración espacial. Este hecho es muy importante porque las especulaciones científicas se convirtieron en políticas públicas de interés nacional A medida que la competencia entre ambas potencias se intensificó durante las décadas de los cincuenta y sesenta, surgió en Estados Unidos un culto a la ciencia ficción que se tradujo en numerosas películas, series de televisión, revistas y círculos de entusiastas que rescataron las ideas transhumanistas de la marginalidad. Descubrimientos como la estructura del Ácido Desoxirribonucleico (ADN), el desarrollo de computadoras y robots, el surgimiento de la inteligencia artificial como área de estudio y la llegada del hombre a la luna sirvieron como potentes estímulos Para el desarrollo de una cultura popular entregada a la posibilidad del superhombre.
Huxley, J. (1927) Religion Without Revelation, Harper Brothers: London, p.29
Huxley, J. (1957) New Bottles for New Wine, Chatto & Windus: London. p. 13
Bernal, J.D. (1929) The World, The Flesh, & the Devil: An Enquiry into the Future of the Three Enemies of the Rational Soul, Verso: London. p. 23
*El escritor checo Karel Čapek (1890-1938) fue quien inventó la palabra robot en su novela R.U.R. (1920) donde narra la historia de unas criaturas fabricadas con materia orgánica sintética – roboti – que se rebelan contra los humanos y los llevan a la extinción
