Inmediatamente después de la invasión, España se pondrá vigorosamente en campaña para una reconquista que durará más de siete siglos. Contrariamente a lo que se pensaría, la ayuda prestada por la Sinagoga a los hijos del Corán, no sólo les traerá grandes represalias de parte de los príncipes cristianos; que las hubo, las hubo, especialmente al inicio, pero se debía convivir con ellos Y esto es lo que sucedió en la historia de España; para citar sólo un ejemplo, recordemos que cuando el rey San Fernando reconquistó Sevilla en 1224, entregó cuatro mezquitas para que fuesen transformadas en sinagogas judías, con la sola condición de que se abstuvieran de injuriar la fe católica y de propagar su culto entre los cristianos. Es decir, había un régimen de tolerancia en España Y lo hubo incluso durante el período en que eran expulsados de varios países luego de la aparición pública del Talmud, libro que había permanecido oculto dentro de las juderías pero que, en el siglo XIII salió a la luz En efecto, como señala Ramiro Sáenz, desde que comenzaron las grandes migraciones de judios hacia Occidente los israelitas decidieron recopilar en un texto los comentarios de los más grandes rabinos sobre los libros sagrados. El Talmud resulta ser un completo código civil y religioso orientado a legislar las costumbres judaicas; allí, interpretando y comentando el Antiguo Testamento, se lo hacía de modo tal que no coincidiese en absoluto con alguna posible interpretación cristiana. Sin embargo, no sólo se quedaba en eso; se leia (y se lee aún, para quien pueda acceder a un ejemplar) que Jesús fue un seductor y un idólatra que no enseñó más que errores y herejías.
De los cristianos se dice que Son idólatras, homicidas, libertinos, bestias con forma humana, animales impuros, bueyes cerdos, perros aSNos, estiércol, de origen diabólico, cuyos cadáveres, des- tinados al infierno, son peores que los de las bestias, por lo que deben ser evitados y exterminados. También se agrega que al judío no le es lícito tener niñera, ni preceptor, ni médico, ni peluquero ni partera cristianos, mientras que el judio es siempre bueno, aunque tenga pecados; su dignidad es tan alta que ni los ángeles la igualan. Sólo él es hombre y quienes revelan los secretos del Talmud deben ser asesinados, lo mismo que los judios que reciben el bautismo.. Todo un código de <tolerancia democrática>, como se ve.
El texto judío había pasado casi desapercibido en Europa hasta que, en tiempos de San Luis de Francia, un sacerdote dominico converso, Nicolás Donin, lo dio a conocer en 1236. La Iglesia en Francia solicitó medidas a la Santa Sede para saber qué debía hacerse con aquel texto que contenía, al menos treinta y cinco proposiciones blasfemas contra el cristianismo. El papa Gregorio IX, sabiamente, tomó una decisión prudente: lo haria estudiar por la universidad de Paris antes de tomar ninguna determinación; y así sucedió. Luego de un sesudo análisis el veredicto se dio a conocer el 3 de marzo del 1240; allí se mandaba confiscar y quemar todos los ejemplares del Talmud en donde se comprobasen tales proposiciones España, la tolerante España de San Fernando rey, no acató inmediata- mente la medida, sino que pidió que se realizasen dos acciones previas: un inte- rrogatorio a los cuatro rabinos más prestigiosos de Francia
L un debate público
entre ellos y el dominico Donin. La disputa se dio y, luego de terminada, el Tal- mud fue declarado nuevamente blasfemo y digno de destrucción Recién en mayo de 1248 se ejecutó la orden papal (sólo en Francia) quemándose 20 carretas con ejemplares del texto hebreo; desde entonces la pre- sencia de los judíos en toda la Cristiandad se pondría seriamente en cuestión. siendo vistos, principalmente por el pueblo sencillo, como extranjeros en patria ajena y simplemente soportados pro bono pacis, es decir, en favor de la paz. Sin embargo, si nos atenemos a la historia, a pesar de estos resquemores a fines del siglo xII los israelitas gozaban de un singular poder entre los reinos cristianos y era tan grande su influencia, que hasta estaban exentos del cumplimiento de diversas leyes por el hecho de no ser cristianos.
Con un régimen especial de vida, aprovechaban su situación legal, como bien señala Walsh:
Todo el capital y el comercio de la nación se encontraba en sus manos, por lo que eran prácticamente los únicos banqueros y prestamistas en una época en la que la usura estaba prohibida por la Iglesia. En Aragón presta- ban generalmente al 20%; en Castilla, al 3 3 y un tercio por ciento. Durante el hambre de 1326 la alhama judía de Cuenca se negó a prestar dinero y trigo para la siembra a menos que se pagara un interés del 40%; la miseria que sufría la población obligó al concejo de la ciudad a aceptar dicho interés (…). El ciudadano, gravado con fuertes impuestos; el campesino sin dinero para comprar semillas que sembrar; el burgués chantajeado por algún noble sin escrúpulos.. todos, en su desesperación, acudian a los judíos para acabar convirtiéndose económicamente en sus esclavos
RAMIRO SÁENZ, <España, Isabel y la cuestión judia, en Gladius 61 (2004) 70-72
WILLAM T. WALSH, op. cit., 274-275
