Pero esto no lo dijo porque exista desigualdad entre el Verbo de Dios y el Espíritu Santo, sino para que la presencia del Hijo del hombre no fuera para ellos impedimento cuando viniera el que no era inferior, pues no se anonadó como el Hijo (Flp. 2, 7), tomando forma de esclavo. Era conveniente desapareciera a sus ojos la forma de esclavo, pues a su vista creian que Cristo era sólo lo que veían. De ahí las palabras de Cristo: Si me amaseis, os alegraríais, porque voy al Padre, pues el Padre es mayor que yo (Jn. 14, 28). Que fue decirles; Es menester que yo vaya al Padre, porque, viéndome así y juzgando por las apariencias, pensáis que soy inferior al Padre, y, embebidos en la contemplación de la naturaleza y condi- ción humanas, no entendéis la igualdad que poseo con el Padre. Este es también el sentido de aquel dicho: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre (Jn. 20, 17).
El tacto define el conocimiento. Y por eso no queria poner en si el fin de un corazón apasionado, para que no se creyese que era tan sólo lo que se veia. Subir al Padre era ser visto como es, igual al Padre, y allí tendrá fin la visión que nos basta. Alguna vez se dice también del Hijo sólo que nos basta, y su visión se nos promete como plena recompensa de nuestros amores y deseos. El que recibe, dice, mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama. El que me ama a mí, será amado de mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él (Jn. 14,21). ¿Excluye aquí por ventura al Padre, pues no dice: Le manifestaré al Padre? Siempre será verdadera la sentencia: Yo y el Padre somos uno. En consecuencia, cuando el Padre se manifiesta, el Hijo, que vive en Él, también se revela; y cuando el Hijo se nos muestra, el Padre, que está en Él, también se nos aparece Al decir: Y me manifestaré a él, se entiende que nos manifiesta al Padre; y cuando dice: Al consignar el reino a Dios Padre, se entiende que no se priva de él. Por consiguiente, cuando conduce a los creyentes a la contemplación de Dios Padre, les conduce también a la visión de sí mismo, pues dice: Y me manifestaré a él. Al preguntarle Judas: Seňor, ¿qué ha sucedido para que te hayas de manifestar a nosotros y no al mundo?, Jesús respondió consecuentemente y le dijo: Si alguien me ama, guardará mi palabra, y el Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada (Jn. 14, 22-23). He aquí cómo no se manifiesta solo al amante pues viene a él junto con el Padre y en él fija su mansión.
¿Podrá acaso creerse que el Espíritu Santo queda excluido del alma del amante, donde el Padre y el Hijo tienen su morada? Cómo entonces dice Cristo más arriba, hablando del Espíritu Santo, que el mundo no lo puede recibir, porque no lo ve; vosotros le conocéis, porque en vosotros permanece y en vosotros está? No queda, pues, excluido de esta morada aquel de quien se dijo: Con vosotros permanece y en vosotros está. A no ser que haya alguien tan disparatado que, cuando el Padre y el Hijo vienen a morar en el amante, crea que el Espíritu Santo se retira discretamente, como para ceder el puesto a los que le son superiores. Pero a este pensamiento carnal se opone la Escritura al decir líneas antes: Y yo rogaré al Padre, y os enviará otro abogado que para siempre esté con vosotros (n. 14, 17.16). Luego no se retira el Espíritu Santo cuando vienen el Padre y el Hijo, y habitará con ellos en la misma mansión eternamente; porque ni Él viene sin ellos ni ellos sin Él. Para insinuar la trinidad de personas, ciertas cosas se dicen de alguna de ellas, pero nunca exclusivamente, a causa de la unidad de esta Trinidad, pues una es la esencia y deidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
De Trinitate. Agustín de Hipona
