Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Porque está escrito: Cuando el Altísimo dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones según el número de los angeles de Dios. Su pueblo Jacob pasó a ser la porción del Señor, e Israel la medida de su herencia (Dt. 32, 8-9) Y en otro lugar dice: He aquí, el Señor toma para sí una nación tomando entre las naciones como un hombre toma las primicias de su era; y el lugar santísimo saldrá de esta nación. (Dt. 4, 34; 14, 2;Nm. 18, 27; 2Cr. 31, 14;E2.48, 12)
Clemente de Roma, Epistola a los Corintios
Padres Apostólicos Siglo I
