Oración

El Hijo entregará el reino al Padre. Consignado el reino, Cristo ya no interpelará por nosotros

Nuestro Señor Jesucristo consignará el reino en manos de Dios Padre cuando conduzca a los creyentes a la contemplación de Dios, fin de todas las buenas acciones, descanso eterno, gozo perenne, sin que se excluya a sí mismo ni al Espíritu Santo. Esto es lo que da a entender cuando dice: De nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría (Jn. 16, 22).

María, sentada a los pies del Señor y atenta a su palabra, es una bella imagen de este gozo. Libre de toda ocupación, absorta en éxtasis contemplativo de la Verdad, en la medida posible en esta vida, es imagen de nuestro estado futuro en la eternidad. Marta, su hermana, se afanaba en útiles menesteres, buenos, sí, y necesarios, pero transitorios, a los que ha de suceder un dulce descanso, mientras María reposa en la palabra del Señor. Y cuando Marta se lamenta porque su hermana no le ayuda, el Señor responde: Maria eligió la mejor parte y no le será arrebatada (Lc. 10,39-42). No afirma que la parte de Marta sea mala, mas llama óptima a la de María, parte que no le será arrebatada. La de Marta, al servicio de la indigencia, termina con la necesidad. El premio del bien obrar transitorio es la quietud estable. En aquella contemplación Dios será todo en todos, porque nada se podrá anhelar fuera de Él, y su visión es suficiente para deleitarnos en su gozo. Es lo que podia aquel en quien el Espíritu oraba con gemidos inenarrables (Rm. 8, 26).

Una cosa, dice, pedí al Señor, y ésa procuro: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida para gozar del encanto de Yahvé (Sal. 27, 4). Nos será dado contemplar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo cuando el hombre Cristo Jesús, mediador entre Dios y los hombres, haya entregado el reino a Dios Padre, y entonces ya no abogará por nosotros nuestro mediador y sacerdote, Hijo de Dios el hijo del hombre, sino que, como sacerdote, vestido de nuestra forma servil por nuestra redención, está sujeto a aquel que le sometió todas las cosas; así, en cuanto Dios nos tiene sujetos, y en cuanto sacerdote está, como nosotros, sometido (1Co. 15, 24- 28). por lo cual, siendo el Hijo Dios Hombre, su naturaleza humana difiere en grado sumo de la naturaleza que el Hijo recibe del Padre; como la carne, al compararla con mi alma, difiere más de mi espíritu, aunque coexistan en un hombre, que mi alma del alma de otro hombre

De Trinitate.  Agustín de Hipona

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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