En nombre de la diosa razón



Se ha producido aquí un giro sorprendente, un movimiento dialéctico notable. El concepto de despotismo como dominio arbitrario de los pocos sobre los muchos encuentra su motor en el concepto de privilegios; los privilegios surgen a su vez, de la ausencia de igualdad ante la ley que es intrínseca a un sistema estamental; la justificación de un ordenamiento social de estas caracteristicas se ha apoyado en la tradición y la historia. Frente a esta ecuación, se propone una que, empezando por la inversión del último término, modifique consecuen temente todos los demás: deshagámonos de la historia, olvidemos cualquier tradición, postulemos un hombre abstracto y, sobre esa base presuntamente <natural, y a partir de la razón que subsiste como principio de unificación universal, construyamos un nuevo orden basado en la igualdad formal. Lo que se tendrá como resultado es una relación de identidad entre el pueblo y la nación: el pueblo es la nación, porque la nación no es más que la asociación de individuos jurídicamente iguales. Esta definición jurídica determina la existencia de un todo homogéneo al que las voluntades particulares deben someterse. Los grupos intermedios necesariamente aparecen como facciones peligrosas en la medida en que representan voluntades distintas de las del todo. La organización de ese todo y su destino quedarán bajo los dictados de la razón de aquellos individuos que reclaman para sí las luces.

Por el momento, esos individuos curiosamente no son muchos. Más bien son una minoría. De ahí que Condorcet tuviera que reconocer con amargura que

<las luces no ocupan en el globo más que un espacio reducido>,

pues <el número de los que realmente las poseen desaparece ante la masa de los hombres entregados a los prejuicios y la ignorancias. Las minorías continuarán gobernando a las mayorías. Pero ya no lo harán por nacimiento, sino por detentar las ideas correctas>. El despotismo ha sido desafiado por los revolucionarios franceses, pero solo para regresar con un disfraz distinto; ha sido aparentemente destronado, pero solo para adquirir una nueva forma posible. Los hombres seguirán teniendo amos, solo que ahora esos amos Ies daran sus ordenes en nombre del pueblo y, sin mediaciones ni límites tradicionales, en nombre de la <diosa Razón>

*Dice Condorcet que <el fin del arte social> es <el de identificar el interés común de cada hombre con el interés común de todos>. El <arte social> debe <destruir esta oposición aparente> (Condorcet, Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, p. 241)

Condorcet, Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espiritu humano, p. 220

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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