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queridos seminaristas que os formáis para el sacerdocio: sé que a muchos os duele terriblemente ver cómo se critica y se menosprecia el celibato. Sé lo solos y abandonados que os sentís por parte de quienes esperáis ayuda. No os dejéis inquietar por las pobres opiniones teológicas del momento, que son vacías y deplorables. Si alguna vez dudáis de vuestra vocación y os sentís tentados de retroceder ante la exigencia del celibato, meditad las palabras impregnadas de luz y de fuerza de Benedicto XVI: «Jesús nos sostiene. Volvamos a fijar nuestra mirada en él y extendamos las manos hacia él. Dejemos que su mano nos aferre; así no nos hundiremos […]. Una de mis oraciones preferidas es la petición que la liturgia pone en nuestros labios antes de la Comunión: “Jamás permitas que me separe de ti”. Pedimos no caer nunca fuera de la comunión con su Cuerpo, con Cristo mismo; no caer nunca fuera del misterio eucarístico. Pedimos que él no suelte nunca nuestra mano […]. El Señor nos impuso sus manos. El significado de ese gesto lo explicó con las palabras: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15)
Desde lo más hondo de nuestros corazones (Mundo y Cristianismo) Sarah, Cardenal Robert
