El mundo, con su activismo frenético, a me- nudo pierde la orientación. Su actividad y sus capacidades resultan destructivas si fallan las fuerzas de la oración, de las que brotan las aguas de la vida capaces de fecundar la tierra árida. «Ya no os llamo siervos, sino amigos». El núcleo del sacerdocio es ser amigos de Jesucristo. Solo así podemos hablar verdaderamente in persona Christi, aunque nuestra lejanía interior de Cristo no puede poner en peligro la validez del Sacramento. Ser amigo de Jesús, ser sacerdote significa, por tanto, ser hombre de oración. Así lo reconocemos y salimos de la ignorancia de los simples siervos. Así aprendemos a vivir, a sufrir y a obrar con él y por él. La amistad con Jesús siempre es, por antonomasia, amistad con los suyos. Solo po- demos ser amigos de Jesús en la comunión con el Cristo entero, con la cabeza y el cuerpo; en la frondosa vid de la Iglesia, animada por su Señor [..]. Quisiera concluir esta homilía con unas palabras de don Andrea Santoro, el sacerdote de la diócesis de Roma que fue asesinado en Trebisonda mientras oraba; el cardenal Cè nos las refirió durante los Ejercicios espirituales. Son las siguientes: «Estoy aquí para vivir entre esta gente y permitir que Jesús lo haga prestándole mi carne.. Solo seremos capaces de salvación ofreciendo nuestra propia carne. De- bemos cargar con el mal del mundo, debemos compartir el dolor, absorbiéndolo en nuestra propia carne hasta el fondo, como hizo Jesús». Jesús asumió nuestra carne. Démosle nosotros la nuestra, para que de este modo pueda venir al mundo y transformarlo>
BENEDICTO XVI, Homilía, 13 de abril de 2006
Desde lo más hondo de nuestros corazones (Mundo y Cristianismo) Sarah, Cardenal Robert
