Sobre la humildad




El punto débil de la defensa que Carlyle hace de la aristocracia radica, precisamente, en su frase más célebre. Carlyle dijo que casi todos los hombres son necios. El cristianismo, en cambio, haciendo gala de un realismo más seguro y reverente, asegura que necios lo son todos. A esta doctrina se la conoce a veces como doctrina del pecado original. También puede describirse como doctrina de la igualdad de los hombres. Pero su punto esencial es éste: que por más primarios y generales que sean los peligros morales que afectan a los hombres, afectan a todos los hombres. Todos los hombres pueden ser criminales, si se les tienta; todos los hombres pueden ser héoes, si se les inspira. Y esta doctrina echa por tierra la patética creencia de Carlyle (o de cualquiera que defienda esa patética creencia) en unos pocos sabios>, No existen esos <pocos sabios>,

Toda la aristocracia que ha existido siempre se ha comportado, en lo esencial, igual que un pequeño clan. Toda oligarquía no es más que un corrillo de hombres en la calle o, lo que es lo mismo, un grupo de gente muy alegre, pero no infalible. Y ni a una sola oligarquía en la historia de la humanidad se le han dado tan mal los asuntos prácticos como a las oligarquías más orgullosas: la oligarquía de Polonia, la de Venecia. Y los ejércitos que con más rapidez y por sorpresa han destrozado a los enemigos han sido los ejércitos religiosos: los ejércitos musulmanes, por ejemplo, o los puritanos ejército religioso puede, por su misma naturaleza, definirse como un ejército en el que a todos sus
miembros se les enseña no a ensalzarse a sí mismos, sino a humillarse. Muchos ingleses modernos se consideran a sí mismos los robustos descendientes de sus robustos padres puritanos, cuando, en realidad, saldrían corriendo si vieran aparecer una vaca. Si preguntáramos a un padre puritano, si preguntáramos a Bunyan, si se consideraba fuerte, él respondería, con lágrimas en los ojos, que era más débil que el agua. Y a causa de ello habría soportado torturas. Y esa virtud de la humildad, si bien resulta práctica a la hora de ganar batallas, siempre será lo bastante paradójica como para desconcertar a los pedantes. Va de la mano con las virtudes de la caridad y el respeto. Toda persona generosa admitirá que la única clase de pecado que la caridad debe perdonar es el pecado que resulta inexcusable. Y toda persona generosa admitirá igualmente que el único orgullo verdaderamente perjudicial es el orgullo del hombre que tiene algo de lo que enorguIlecerse. El orgullo que, proporcionalmente hablando, no daña el carácter, es el de las cosas que no reflejan ningún mérito de la persona. Así, a un hombre no le hace ningún daño sentirse orgulloso de su pais, y le hace un daño comparativamente muy pequeño sentirse orgulloso de sus antepasados remotos. Más daño le hace enorgullecerse de haber ganado dinero, porque en eso tiene algo más de motivo para el orgullo. Y más daño aún le hace enorgullecerse de lo que es más noble que el dinero: el intelecto. Finalmente, lo que más daño le hace es sentir orgullo de la bondad. El hombre que se siente orgulloso de lo que es sin duda un mérito suyo es el fariseo, el hombre a quien ni el mismo Cristo pudo abstenerse de criticar.

HEREJES. G.K. Chesterton

Thomas Carlyle, by Sir John Everett Millais, 1st Bt (died 1896)

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

Deja un comentario