Mi objeción a Lowes Dickinson y los defensores del ideal pagano es, pues, ésta. Yo los acuso de ignorar unos descubrimientos humanos que son definitivos en el mundo moral, descubrimientos tan definitivos, aunque no tan materiales, como el descubrimiento de la circulación de la sangre. No
podemos regresar a ideal de razón y cordura, pues la humanidad ha descubierto que la razón no conduce a la cordura. No podemos regresar al ideal del orgullo y el goce, pues la humanidad ha descubierto que el orgullo no conduce al goce.
Ignoro por qué extraordinario accidente mental los escritores modernos relacionan constantemente la idea de progreso a la de pensamiento independiente. El progreso es obviamente la antitesis del
pensamiento independiente. Pues, a la sombra del pensamiento independiente o individualista, todo hombre ha de empezar por el principio y sólo llega, con toda probabilidad, tan lejos como su padre.
Pero si algo tiene la naturaleza del progreso, ese algo debe ser, sobre todas las cosas, el estudio
detallado y la aceptación de todo el pasado. Y acuso a Lowes Dickinson, y a su escuela, de reaccionarios en el único sentido verdadero del término. Si así lo desea, que prescinda él de los grandes misterios históricos: del misterio de la caridad, del misterio de la esperanza, del misterio de la fe. Si así lo desea, que prescinda del arado y de la imprenta. Pero si nos dedicamos a revivir y a perseguir el ideal pagano de una búsqueda propia de lo simple y lo racional, acabaremos donde acabó el paganismo. Y no me refiero a que acabaremos en la destrucción, sino a que acabaremos en el cristianismo.
HEREJES. G.K. Chesterton
