Esta crisis no es un acontecimiento espectacular ni aislado. Al contrario, constituye un proceso crítico que lleva cinco siglos en marcha, un largo sistema de causas y efectos que, habiendo surgido en un momento dado con gran intensidad en lo más profundo del alma y la cultura del hombre occidental, ha venido produciendo convulsiones sucesivas desde el siglo XV hasta la actualidad. Las palabras de Pío XII respecto a un sutil y misterioso “enemigo” de la Iglesia pueden aplicarse a este proceso: “ Se encuentra en todas partes y entre todos: sabe ser violento y astuto. En los últimos siglos ha intentado provocar la desintegración intelectual, moral y social de la unidad del misterioso organismo de Cristo. Quería naturaleza sin gracia, razón sin fe; libertad sin autoridad; a veces autoridad sin libertad. Es un “enemigo” que se ha vuelto cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que todavía sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! Luego: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente, el grito impío: Dios ha muerto; y de hecho, Dios nunca existió. Y ahora, he aquí el intento de construir la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en señalar como las principales culpables de la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, una ley sin Dios, una política sin Dios ”
Este proceso no debe verse como una secuencia completamente fortuita de causas y efectos que ocurrieron inesperadamente. En su inicio, esta crisis ya poseía las energías necesarias para reducir todas sus potencialidades a la acción, las cuales en nuestros días siguen suficientemente vivas como para causar, mediante convulsiones supremas, las destrucciones definitivas que constituyen su término lógico.
Influenciada y condicionada de distintas maneras por factores extrínsecos de todo tipo -culturales, sociales, económicos, étnicos, geográficos y otros- y siguiendo a veces caminos muy tortuosos, avanza sin embargo incesantemente hacia su trágico final
Discurso a la Unión de Hombres de la Acciom Católica Italiana, 12-X-1952 – “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIV, pág. 359
Palacio Barolo, Buenos Aires Argentina, edificio construido en alusión del libro la divina comedia, Dante Alighieri, en descenso infierno
