El Papa Pio VI condenó la Iglesia Constitucional y las doctrinas de la Revolución Francesa, llamándolas «insensatas» «falaces», y a sus autores «perfidísimos filósofos». Además prohibió bajo pena de excomunión adherir a la Iglesia Constitucional. Palabras no menos duras tuvo su sucesor PÍo VII.
Condenada por Roma, devastada por la disolución moral y las herejífas, la Iglesia Constitucional se desintegró. No obstante, el deseo de conciliar el catolicismo con los ideales de 1789, considerados el viento del futuro, continuó en el siglo XIX dando vida al catolicismo liberal.
JULIO LOREDO DE IZCUE. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN, UN SALVAVIDAS DE PLOMO PARA LOS POBRES
