Ya no significa la espontaneidad de la acción, sino el ajuste a la planificación social; ya no significa la
existencia de determinados derechos, sino la enajenación de todos en favor del todo; ya no significa necesariamente ausencia de coerción, sino también toda la coerción que sea necesaria para ejecutar la voluntad general del pueblo y garantizar los principios del orden racional, La libertad pasará a ser la resultante del perfecto ajuste de la acción individual a las exigencias de un todo que subsume las voluntades y los intereses de sus partes. Y a quien no lo desee de esta manera, pues «se lo obligará a ser libre», como ya había escrito Rousseau, lo cual significa que se lo obligará a sacrificarse en favor del todo. Si lo que la voluntad general quiere es lo que yo realmente deberia querer según el pacto social con el que se ha salido del despotismo, entonces mi libertad solo puede existir en el cumplimiento de la voluntad general. Acierta Jacob Talmon cuando, criticando esta ideología, anota:
«Cuando un régimen es tenido por definición como el que realiza y lleva a cabo los derechos y las libertades, los ciudadanos quedan ipso facto privados del derecho a quejarse de que están siendo privados de sus derechos y libertades»
* Rousseau reconoce que las cláusulas del contrato social se reducen a una: «La enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad», Además, «cuando la enajenación se hace sin reservas, la unión llega a ser lo más perfecta posible». De otra manera, subsistirían intereses particulares y la <tiranía», dice Rousseau, podría regresar (véase Contrato social, p. 27)
Reconoce Rousseau que <mientras menos se relacionan las voluntades particulares con la voluntad general, es decir, las costumbres con las leyes, más debe aumentar la fuerza represora>
Jacob Talmon, Los origenes de la democracia totalitaria (Buenos Aires: Ediciones Olejnik, 2023), p. 62
Abba Patter 