Muerte



Aquí se detiene el tiempo cronológico -el chronos de los griegos-, con sus minutos y años, y comienza una nueva dimensión, una que no puede medirse con calendario alguno: el tiempo del alma ante Dios.
Por eso los Padres de la Iglesia y grandes teólogos, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, han considerado la muerte no como un accidente, sino como el momento más importante de la existencia, pues en él se consuma la libertad humana frente al llamado divino.

En cierto sentido, la muerte no es el fin de la historia, sino su clímax. Es el instante en que el telón del mundo se cierra, y el alma, libre de la carne, comparece ante la verdad. Por eso, el cristiano no debe mirar la muerte solo con temor, sino con una sobria vigilancia y una esperanza firme: si vivimos cada día con sabiduría, si nos preparamos, ese umbral no será una caída, sino un ascenso.

En la tradición espiritual se ha dicho que, en el momento de la muerte, el alma intuye que está ante el umbral de lo eterno. Quien ha buscado a Dios reconoce esa Voz que lo llama; quien lo ha rechazado, expe rimenta una inguietud que no proviene solo del miedo, sino de una verdad que se hace ineludible. No hay ya máscaras, ni autoengaños, ni distracciones. El alma se ve a sí misma en la verdad desnuda del ser. Y allí, en ese umbral, ya no se puede elegir, pero se hace evidente lo que durante toda la vida se fue eligiendo. La eternidad no se impone; se revela como consecuencia. Por eso, la muerte no debe ser temida por quien ha amadoa Dios en la tierra, pues lo que le espera es una vida sin fin, donde el tiempo se transforma en plenitud.

Contra el Tiempo: La Batalla por la Eternidad. Toro, William

Milicianos rojos divirtiéndose tras saquear la sacristía de una iglesia (Guerra Civil española 1936-39)

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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