La historia como ideologia



La revolución, en términos modernos, es un corte radical en el tiempo histórico. El pensamiento revolucionario es un imperativo político que desconecta el presente del pasado. Por eso los filósofos revolucionarios deben deshacerse del peso de la historia para montar su nuevo orden social y político.

La expresión ciceroniana historia magistra vitae (la historia es maestra de vida) deja de servir en un contexto que pretende encarnar lo absolutamente nuevo. En efecto, solo es posible aprender de la historia cuando las condiciones de vida de ayer y de hoy se asemejan. Pero el hiato que la revolución produce entre el pasado y el presente es de tal alevosia que rompe el concepto tradicion al de historia, según el cual era factible aprender algo de ella. No en vano Sieyès arremetía contra esos «escritores que se consumen preguntando al pasado lo que debemos ser en el futuro», El ritmo del tiempo histórico, antes del siglo XVII, Solía ser el de la naturaleza (el del curso de los astros, los ciclos y las temporadas, y el sucederse de las generaciones) así como el de la escatología cristiana.

La crisis de estas referencias temporales para la historia comienza a producirse desde el siglo XVI. Pero en el xvii, por fin, los filósofos revolucionarios postularán que la acción humana reemplace esos puntos de anclaje: el ritmo del tiempo histórico es el ritmo en que el hombre le da forma a la historia. De este modo, la historia ya no es un conjunto de acontecimientos pasados, sino algo que está por hacerse,  Más que apuntar al pasado, la historia se despliega hacia el futuro: la historia se vuelve factible, la historia no es algo que sencillamente se hizo, sino algo que se hace.

Este nuevo concepto de historia se constituye, más que en la mera narración de acontecimientos pasados, en un horizonte abierto a la planificación social y política del futuro. Más que en un campo de
conocimiento en el que el pasado otorga el material para la vida del presente, la historia se constituye en un campo de acción en el que el hombre se inventa y reinventa a sí mismo. Así pues, cuando ya no se aprende del pasado, cuando las condiciones de vida se separan cada vez más de todo pasado, más aún, cuando la exigencia estriba en superar constantemente lo pasado, entonces la historia redirige su vista hacia el futuro, y busca una lógica inmanente a su propio movimiento en el sentido del progreso. El progreso será el modo moderno por excelencia de experimentar el ritmo inmanente al nuevo tiempo histórico de la modernidad

*Sieyès agrega: «Dejemos nuestros pretendidos orígenes en las tinieblas impenetrables donde yacen dichosamente sepultados para siempre». Y también: «Guardémonos de tomar por guías a gentes que no saben sino mirar hacia el pasado» (Sieyès, «Ideas sobre los medios de actuación de que podrán disponer los representantes de Francia en 1789», pp. 101-103)

Según las investigaciones de Reinhart Koselleck, a partir de finales del siglo XVIII, en el idioma alemán se produce la convergencia lingüística entre la historia como acontecimniento (Geschichte)y la historia como representacióno investigación (Historie), en la que ambas significaciones quedarán contenidas en el mismo concepto singular colectivo «Historia» (Geschichte). Para Koselleck, esto evidencia el surgimiento de la «historia en sí», que es, a la vez, sujeto y objeto de sí misma, que se constituye a la vez como campo de acción humana y como sustancia del tiempo histórico, sin la cual no hay modernidad. Véase Reinhart Koselleck, Sentido y repetición en la historia (Buenos Aires: Hydra, 2013), p. 54; también Reinhart Koselleck, historia/Historia (Madrid: Trotta, 2010).

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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