Los recuerdos no tergiversados de los hechos, si se analizan con ánimo tranquilo y sin opiniones prejuiciosas, por sí mismos defienden espontánea y magníficamente, tanto a la Iglesia como al Pontificado.
En efecto, en ellos donde pueden verse, hermanadamente, la grandeza y naturaleza de las instituciones cristianas; entre los arduos combates y las egregias victorias se observa la fuerza divina y la virtud de la Iglesia; a través del análisis cierto de los hechos, aparecen con evidencia los grandes beneficios realizados por los Pontífices máximos a todos los pueblos, especialmente en aquellas personas, en cuyo seno, la providencia de Dios colocó la Sede Apostólical. Quienes con toda clase de razonamientos y esfuerzos, intentaron perseguir al mismo Pontificado, no quisieron evitar los testimo
nios históricos de los hechos importantes y, lanzados con perversidad y astucia, las mismas armas que podrían haber sido óptimamente utilizadas para rechazar las injurias, fueron usadas para provocarlas. Este género de persecución fue practicado principalmnente, hace tres siglos, por las Centurias de Magdeburgo quienes, no pudiendo como autores y promotores de nuevas tesis, expugnar las defensas de la doctrina católica, empujaron a la Iglesia hacia las disputas históricas, como a un nuevo combate. Casi todas las escuelas que se habían rebelado contra la antigua doctrina siguieron el ejemplo de las Centurias, entre ellos -lo que es aún más miserable- algunos católicos e italianos.
Saepenumero considerantes
Carta Apostólica de Su Santidad LEÓN PP. XIII
