Magdalena


que había sido conocida en la ciudad como pecadora, lavó con lágrimas las manchas de sus crímenes amando la verdad; se cumplió en ella esta palabra de la Verdad: “Le han sido perdonados muchos pecados porque ha amado mucho”. La que antes se había mantenido fría pecando, se convirtió en fervorosa al amar con ardor. No se apartó del sepulcro del Señor, ni aun cuando los discípulos se marcharon; no habiéndolo encontrado, siguió buscándolo; le buscaba llorando, abrasada en el fuego de su amor, ardía en ansias de encontrar al que creía se habían llevado. Por eso la única que se quedó para buscarlo, fue la única que le vio; porque la eficacia de la obra buena depende de la perseverancia

Sermón de San Gregorio, Papa.
Homilía 25 sobre los Evangelios.

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Cristiano Católico Apostólico y Romano

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