Sobre la inmutabilidad de Dios



Si habla de la <inmutabilidad> divina es porque la encuentra proclamada en la Palabra de Dios (Sal 102,26-28; Mal 3,6; Sant 1,17, etc.) y definida por el Magisterio (CONC. I LETRAN, a.649, can.1: MANSI 10,1151; IV LETRAN, a.1215, c.1: MANSI 22,982).

Se le ha criticado a veces como si dibujara un <dios insensible>, inerte, impasible, ajeno al sufrimiento del hombre. Pero esto es no entender al Santo. Cierto que en estas cuestiones mira de justificar la fe desde una perspectiva de razón aristotélica, pero su punto de partida y de llegada es el <Dios de la revelación>. Y es curioso lo que escribe en Suppl. q:75 a.1 ad 4: <El corazón de la criatura más se asemeja a Dios inmóvil cuando se mueve que cuando se para: porque la perfección del corazón está en moverse, mientras que pararse es su muerte>. Cuando Tomás habla de Dios inmóvil no entiende <parado, inerte, muerto, sin sentimientos>, sino más bien que está en pleno movimiento, que está en la suma actividad, en acto puro, sin mezcla de inactividad. En la medida en que el sentimiento y la pasión es perfección, El siente y sufre. Lo que quiere subrayar es que Dios y el hombre están en planos distintos. El hombre está sometido al tiempo, balanceándose entre el pasado y el futuro, pero Dios es siempre presente. No tiene ni antes ni después. Si se comprende el lenguaje analógico del hablar tomista (q.13), hasta podría decirse que Dios sufre, bien que no sufra al modo humano. Tomás rehúye tanto el panteísmo como el antropomorfismo. Dios está siempre más allá de las categorías y miopías humanas. Y ahí está el problema: Dios es inmóvil, pero no inerte, ni muerto, ni ajeno al sufrimiento humano. Vive y se desvive por el hombre. Al modo divino. <Como un padre siente ternura por su hijo…> (Sal 103,13). <Con amor eterno me he compadecido de ti> (Is 54,8). <Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad> (Ex 34,6). <Te desposaré conmigo en amor y compasión> (Os 2,21). Y esta compasión por el hombre, lleva a Dios a entregar a su Hijo al mundo (n 3,16). Cristo es la garantia de que el Padre nos ama (1 Jn 4,10) y EI mismo se entrega a la muerte como la mayor prueba de amor (Jn 15,13). Por esto, hay que escuchar también a santo Tomás cuando habla de que Dios es Vida (q.18) y es Amor (q.20) y, sobre todo, cuando explica que Dios ama al hombre hasta el punto de entregarse a él, haciéndole deiforme y superhombre (In Sent. 3 d.27 q:2 a.1 sol.9), permitiéndole llegar a tener relaciones de amistad – <de amigo a amigo> (In Sent. 2 d.26 a.1 sol.2) con el Padre y el Hijo y el Espiritu (I q.38 a.1; 1-2 q:65 a.5) y que es precisamente la experiencia de Dios -el conocimiento amoroso, o mejor, el amor hecho conocimiento lo que permite llegar a la intimidad divina y lo que, en definitiva, plenifica al hombre (In Sent. 1 d.15 q.5 exp.2 part.text.
q:43 a.5 ad 2). 1

Paissac explica que hay una inmutabilidad de imperfección y otra de perfección y que, en general, la mentalidad de Occidente no logra comprender esta última; y es que tal vez tendría que decirse no que Dios es inmutable, sino que supera y trasciende el cambio (Initiation Théologique II [París 1957] p.87-89).

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

Deja un comentario