Entre las disposiciones que le son necesarias al que ora, la confianza tiene una gran importancia. Santiago 1, 6: «Pídase con fe, sin vacilar». Por lo cual al enseñarnos el Señor a orar, adelantó aquellas cosas por las que se engendra en nosotros la confianza: esto es, la benignidad del Padre: por lo cual dijo «Padre nuestro», según Lucas 11, 13: «Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre [celestial] os dará [de lo alto] del cielo su buen Espiritu a los que se lo pidan?»; y la grandeza de su poder: por lo cual dijo «que estás en los cielos». También el Salmo 122, 1: «Levantaré mis ojos a Ti, que habitas en los cielos».
Lo cual puede corresponder a tres cosas:
1. Primeramente a la preparación del que ora,. pues se dice en Eclesiástico 18, 23: «Antes de la oración prepara tu alma». Para que se entienda que «estás en los cielos» es lo mismo que «en la gloria celestial». A este propósito dice Mateo 5, 12: «Vuestra recompensa es copiosa en los cielos».
a. Y tal preparación debe ser mediante la imitación de las realidades celestiales, porque el hijo debe imitar a su padre. Por lo cual se dice en Corintios 15, 49: «Así como hemos llevado la imagen del hombre terreno, debemos también llevar la imagen del celeste».
b. También mediante la contemplación de las cosas celestiales. Porque los hombres suelen dirigir su pensamiento más frecuentemente al lugar donde tienen a su padre y las demás cosas que aman, según Mateo 6, 21: «Donde está tu tesoro allí está tu corazón». Por lo cual les decía el Apóstol a los Filipenses (3, 20): «Nuestra morada está en los cielos».
c. Y mediante la aspiración a las cosas celestiales, de modo que a quien está en los cielos no le pidamos sino las cosas celestiales, conforme a Colosenses 3, 1: «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo».
2. En segundo lugar, las palabras «que estás en los cielos» pueden referirse a la facilidad del que oye, porque entonces está más cercano a nosotros; y así, «que estás en los cielos» entiéndase que es lo mismo que en los Santos, en los que Dios habita, conforme a Jeremías 14, 9: «Tú estás en nosotros, Señor». En efecto, a los Santos se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: «Los cielos cuentan la gloria de Dios». Ahora bien, Dios habita en los Santos por la fe: Efesios 3, 1 7: «Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones». Por la caridad: 1a Juan 4, 16:»El que permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él». Por el cumplimiento de los mandamientos: Juan 14, 23: «Si alguno me ama, observará mi doctrina; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él».
3. En tercer lugar, las palabras «que estás en los cielos» pueden referirse a la omnipotencia del que nos oye; y así, que por cielos entendamos los cielos materiales; no porque Dios esté encerrado en los cielos materiales, porque está escrito en Reyes 8, 27: «Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte»; sino para dar a entender: que Dios es de penetrante observación, porque ve desde muy alto. Salmo 101, 20: «Ha mirado desde su santa altura»; que es sublime en su poder, según el Salmo 102, 19: «El Señor dispuso su asiento en el cielo»; que es estable en su eternidad, según el Salmo 101, 13: «Mas Tú permaneces eternamente’; y también el [versículo] 28: Y tus años no tienen fin». Por lo cual se dice de Cristo en el Salmo 88, 30: «Su trono es como el día del cielo». Y el filósofo enseña, en su tratado «Del cielo», que a causa de su incorruptibilidad todos han considerado que el cielo es el asiento de los espíritus.
Comentarios sobre el Padre Nuestro y los Diez Mandamientos. Santo Tomás de Aquino

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