Libertad: don y tarea

Con la antítesis “don y tarea” definía Gerhard Von Rad (1901-1971) la historia del antiguo Israel que, emancipado por Dios de las cadenas y muerte de Egipto, llegó a poseer “la tierra prometida” para vivir allí los regalos de la libertad y de la vida, pero que al final perdió su posesión por no haber sido fiel a la libertad otorgada. Y es que en esos términos, don y tarea, se dibuja el amplio sentido de “libertad”: ella, lograda en el caso de las naciones modernas por el esfuerzo de “próceres” —del latín “procer” o noble, hidalgo— no puede ser una “herencia pasiva”, sino “construirse” en cada generación ciudadana a través de:
1) Recuperar su significado genuino, pues la época actual, aunque acumula como nunca datos científicos y técnicos, sufre varios “analfabetismos”, entre ellos, el del sentido verdadero de libertad. Y ya advertía Confucio (551-479 a.C.): “Cuando las palabras pierden su significado, la gente pierde su libertad”. A lo que bien complementa el papa emérito Benedicto XVI: “El mal proviene del mal uso de la libertad, de su deformación…
La verdadera libertad no puede proceder de la absolutización del yo, del egoísmo” —23 de febrero, 2009—. Esa recuperación no solo semántica sino existencial del sentido de la libertad personal y comunitaria depende a su vez del saber a fondo lo que es la persona humana: la ignorancia de ello deforma la vivencia de la libertad (cfr. Idem.). Por eso la libertad está siempre en dependencia de la “Ley Natural”, de la constitución íntima de la persona, y se pierde la libertad cuando se atenta contra dicha naturaleza; 2) Recuperar la finalidad de la libertad, que curiosamente es la “dependencia” del Otro —con mayúscula, Dios mismo— y de los otros: el hombre se hace libre cuando se vincula, cuando tiene raíces, porque entonces puede crecer y madurar” —Benedicto XVI, Homilía 21 de agosto del 2005—.
La época actual padece los resabios “libertarios” de racionalismos e iluminismos que “en nombre de la autonomía de la razón” ya causaron grandes dictaduras, guerras y destrucciones “del hombre por el hombre”, en contradicción al trinomio escrito en tantas insignias: Dios, Patria, Libertad; 3) Recuperar la educación básica a la libertad, allá en el seno de la “escuela de los valores primigenios” la Familia, donde bien está dar ejemplo de que “libertad no es desentenderse de, sino comprometerse con” (Benedicto XVI 19 de marzo, 2005) y educar en evitar el “derroche” producto de ausencia de libertad y de verdad (cfr. Su Santidad Francisco “La alegría del Evangelio”, 34ss).
En fin: no puede haber separación entre la tarea ética de la libertad y la patria ciudadana a que tiene derecho cada generación: de ese divorcio surgen las injusticias, las mafias, las organizaciones criminales que hacen temer que, como en el caso del antiguo Israel, se pierda “tierra prometida” por no haber construido la libertad auténtica.
Que María al pie de la cruz, “la Dolorosa”, celebrada mañana, 15 de septiembre, invite a todos los guatemaltecos y guatemaltecas a recuperar la libertad mediante el perdón abundante al que invita la Buena Noticia de hoy, y ayude a contemplar a quien siendo libre se hizo esclavo por amor para liberarlos a todos (cfr. Gálatas 5, 1ss) por el único medio que construirá personas libres de una “Guatemala distinta”: la Fe en Dios y el amor fraterno.
Padre Victor Hugo Palma Paul

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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