Evangelio según san Mateo, 7: 6-6 «No déis lo santo a los perros, ni arrojéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies y volviéndose contra vosotros los perros os despedacen». (v. 6)
El perro y el puerco son animales inmundos. El perro lo es en absoluto, porque no rumia ni tiene la uña hendida; mas el puerco lo es en parte, porque tiene la uña partida, pero no rumia. Por ello creo que, por los perros, deben entenderse los gentiles, enteramente inmundos, tanto por la fe como por sus actos. Los puercos representan a los herejes, porque parecen invocar el nombre de Dios. No debe, pues, darse lo santo a los perros, porque el bautismo y los demás sacramentos no deben darse sino a los que tienen fe.
Además, los misterios de la fe, esto es, las margaritas, no deben darse sino a los que desean la verdad y viven con la inteligencia perfectamente subordinada.
Si las arrojamos ante los puercos (esto es, a los que viven enlodados en las complacencias impuras de la vida), no comprenden su preciosidad, y las estiman como semejantes a las fábulas mundanas y las confunden con sus acciones impuras
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in
Matthaeum, hom. 17
