El like es sin dudas el gran dispositivo de esta pornocracia panóptica. Refuerza la publicitación sin límites de la propia vida, premiando el autodesnudamiento y mimando la autoestima. El
like me dice que gusto, que mi vida gusta a otros, incluso que mi vida es envidiada por otros. El voyeurismo digital adviene como forma normal de presentación de la vida. Así, soy valorado a través de likes, que es la gran moneda de cambio del mundo digital. El like me dice que no debo ser ni hacer nada en realidad valioso, nada realmente meritorio, para ser mirado y gustado por otros. Democratización de lo banal. <Debo mostrarme en pijamas, antes de dormir, para obtener likes? Lo hago. :Debo exhibirme en ropa interior para obtener likes? Lo hago. Debo perder todo mi día aprendiendo la coreografía tendencia del momento para filmarme y obtener likes? Lo hago. ;Debo mostrar hasta el límite mi relación amorosa? Lo hago. ¿Debo hacer de la vida de mi bebé un gran reality show para obtener likes? Lo hago también. :Debo filmar y mostrar al mundo mi reencuentro, después de varios años sin vernos, con algún familiar cercano? Lo hago. ;Debo tomar riesgos innecesarios, e incluso autoagredirme al buen estilo Jackass para obtener likes? Lo hago. ¿Debo poner en riesgo a otros e incluso agredirlos? No dudo en hacerlo. El like es un dispositivo que me dice lo que debo mostrar para ser gustado por los demás.
Es el like el que genera las tendencias. El like es el
dispositivo más preciado del idiotismo inherente a la sociedad adolescente.
Éric Sadin llama la atención sobre cómo ha cambiado nuestra conducta respecto de lo que decidimos mostrar desde el advenimiento del like. <Habría que establecer algún día la lista de gestos exhibidos ante otro que habrían sido impensables hasta la introducción del like, o que habrían aparecido a ojos de cualquiera como sumamente desubicados, inconvenientes o ridículos>. Sadin ensaya un breve listado al respecto, que a cualquiera hoy le sonaría familiar: La imagen de una carta privada subida online, la del resultado de los análisis de sangre o del boletín trimestral del propio hijo, las palabras hirientes proferidas respecto de un ex o de una persona con la cual uno tiene un conflicto, el avisonde la muerte de alguien cercano seguido de palabras demasiado íntimas enunciadas a propósito del hecho, o las fotos de un recién nacido tomadas en ese mismo momento en la clínica de maternidad.
A esta altura puede apreciarse con claridad que, como la moda y la farándula, la vida digitalizada también es una frivolidad propia de la sociedad adolescente. La palabra frívolo proviene del latín (frivolus) y significa, literalmente, quebradizo. Este adjetivo se utilizaba para referirse sobre todo a ciertas vasijas de barro que, siendo ligeras, resultaban muy débiles y se quebraban con facilidad. Más adelante, y a partir de esto mismo, se entendió por frívolo lo vano, lo superficial, lo carente de valor real. La vida digitalizada es ligera, superficial y quebradiza. Por definición, ella hace de la vida real un mero referente para la pantalla. La vida se traduce al contenido de una superficie plana y ligera. Se entrega sin cesar a la captura, a la representación, y no se concibe sin ella. Así, la vida no puede dar un solo paso, no puede gozar de una sola emoción, no puede tener un solo encuentro, no puede vivir un solo momento sin sentir la presión de la digitalización. Hay en esto una especie de degradación ontológica: el ser de la vida digitalizada no se concibe sino como ser-en-lapantalla. Pero como este último es siempre una representación, el referente de la representación (la vida real) se empobrece a sí mismo. La vida del metaverso será muy divertida, pero ontológicamente muy pobre.
Generación idiota: Una crítica al adolescentrismo. Laje, Agustin
