el otro regalo de Zeus- el sentido de la justicia-
no puede referir más que a las disposiciones de
los Estados. Si la única obligación moral estriba en el cumplimiento del propio deseo, la vida social
dependerá como nunca de la maquinaria estatal
En el nombre de la <ampliación de derechos>, el
Estado deberá hacerse cargo de la consumación
de los deseos muchas veces incompatibles de los
individuos, y de su dificil convivencia. La justicia
se reemplaza asi por el capricho de quien grite
más y tenga mayor poder de lobby. Sin educación
política, además, las personas pierden de vista de
dónde surgen las disposiciones estatales que, no
obstante, les han ensenado a respetar en tanto que necesariamente <justas>: desconocen su carácter histórico, la relación de fuerzas involucradas, y se alienan respecto de ellas. La justicia deja de ser una virtud y se convierte en mera burocracia. Sin ciudadanos que cultiven la virtud de la justicia, embotados como están con la mera satisfacción del propio deseo y del propio capricho, los aparatos estatales represivos deben
intensificar su labor para mantener algo de orden
en una sociedad en completa descomposición.
Hemos rechazado los regalos de Zeus, pero aún nos mantenemos unidos gracias a una organización impersonal que, monopolizando el uso de los instrumentos coercitivos, procura a la fuerza nuestra unidad
