La noción de que Dios no castiga está fundada en unos casos, o en una mala comprensión del significado de la palabra castigo, o en una noción superficial y deficiente del amor de Dios. Como explica Santo Tomás, Dios es amor y quiere que todos se salven, pero también es justo y como tal también desea castigar al que peca. Ambas cosas no se excluyen: «Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos.». Dios puede castigar para corregirnos, no por odio sino precisamente por amor, como lo hacemos con nuestros hijos, y como ejemplifica San Agustín: «Ni es otra la forma como castigamos a nuestros hijos, es decir, airados e indignados; pero no los castigaríamos si no los
amáramos.». Es Jesucristo quien nos advierte a
cada uno de nosotros: «aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes» (Lucas 12,47). cNo es esto castigo? dirán algunos «corrección». Yo digo, que en este caso, ambas son lo mismo.
Ahora, a todo esto uno podría preguntarse si entonces las enfermedades, los desastres naturales O los accidentes son castigos de Dios. A esto hay que responder de manera negativa. Que Dios castigue es una cosa, y otra muy distinta, asumir que las enfermedades, los desastres naturales, o los accidentes sean castigo de Dios. Una cosa no implica necesariamente la otra, aunque Dios pueda recurrir a alguno de esos
acontecimientos para castigar en determinada
circunstancia si su voluntad así lo determina. En el
evangelio por ejemplo, a Jesús le preguntan sobre si la ceguera de una persona era un castigo del pecado de él o sus padres, Jesús responde aue de ninguno: «Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: <Rabbí, cquién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?> Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Juan 9,1- 3). En otro texto sin embargo, se ve que la enfermedad que llevó a Herodes a la muerte si fue un castigo por su pecado (Hechos 12,21-23). En este sentido, sino es por una especial revelación, no es posible tener certeza sobre si determinada enfermedad es castigo de Dios o simplemente un hecho de otra naturaleza, lo contrario sería temeridad
Santo Tomás, Suma Teológica, L.1, Q.19, a.7
San Agustín, Sermón LXXXII,2
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