La disciplina, como forma molecular de la biopolítica en Foucault, no era una forma gozosa del poder. Enderezaba el cuerpo, cronometraba los tiempos, pulía los modos y las formas, vigilaba el discurso, controlaba la eficacia del desempeño.
La disciplina no se gozaba, sino que se sufría. Sus
representantes más cabales eran todos personajes antipáticos: el carcelero, el psiquiatra, el maestro, el patrón, el sacerdote. En el malestar, sin embargo, todavía podían germinar fuerzas negativas de rebelión e incluso de revolución: <donde hay poder hay resistencia>, escribía Foucault. Pero hoy, que ya no vivimos tiempos disciplinarios, y que la biopolítica es asistida por una psicopolítica que hurga en el consciente y el inconsciente de los súbditos, la única rebelión a la vista es aquella que demanda más goce y más cumplimiento de los deseos (rebelión contra lo que queda de moral, contra lo que queda de identidad, de creencias, de definiciones y convenciones). No obstante esto es todo menos rebelión. Con ello, el principio del poder, lejos de menoscabarse, se refuerza constantemente: la <pena de vivir>, con la que ironizaba Tocqueville, sugiriendo que podría ser también encomendada al Estado, no se nos presenta hoy como una ironía en absoluto, sino como una concesión ya consumada, a la que podríamos agregar los medios mismos de nuestra muerte.
Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La
voluntad de saber (Buenos Aires, FCE: 2019), p. 91
¿Canadá usa la ley de eutanasia para acabar con sus pobres?: debate nacional por dos mujeres sin hogar que pidieron el suicidio asistido>,
Infobae, 11 mayo 2022, h ttps ://ww w.inf o-
bae.c o m/amer ica/mundo/2022/05/11/canada-
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Dibujo disidente del dibujante ruso Vitaly Peskov en vida soviética (1970)
