Después de poco tiempo, sentí que la oración se deslizaba por sí sola de mi corazón. 0 mejor: que mi corazón, al palpitar regularmente, en cierto modo, se ponia a recitar por si mismo las palabras santas, latido a latido, Por ejemplo: 1: Señor, 2: Jesús, 3: Cristo», y así seguía recitando la oración.
Por eso dejé de mover los labios. Ahora escuchaba atentamente lo que decia mi corazón recordando lo agradable que era hacer esto, según as palabras del difunto staretz.
Después cai en la cuenta de que tenía un dolor leve en el corazón; en el espiritu, un amor tan grande a Jesucristo que, si lo hubiera visto, me habría arrojado a sus pies y os habría estrechado, los habría besado y bañado con lágrimas, agradeciéndole por el consuelo que nos da con su nombre, con su bondad, con su amor hacia su criatura indigna y llena de culpas
RELATOS DE UN PEREGRINO RUSO. Anónimo
San Francisco abrazando a Cristo en la Cruz es un cuadro de Bartolomé Esteban Murillo, pintado al óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 283 x 188 cm. Datado entre los años 1668 al 1669, actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
