Evangelio según san Mateo, 11: 7-10 Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan. «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A un hombre vestido de ropas delicadas? Mirad, los que visten ropas delicadas están en las casas de los reyes; ¿pero qué fuisteis a ver? ¿A un Profeta? Aun os digo y más que a un Profeta, porque éste es de quien está escrito: Mira: Yo envío a un ángel mío ante tu rostro, y éste preparará tu camino delante de ti»
Y en sentido místico, el desierto es el lugar vacío del Espíritu Santo, en el cual bajo ningún concepto habita Dios. La caña figura al hombre dichoso con la gloria del siglo, que está vacío de su propia vida, que no ofrece en sí fruto alguno de verdad, agradable al exterior y nulo en el interior, movible a todo viento, es decir, al soplo de los espíritus inmundos, que no tiene firmeza alguna para sostenerse y es orgulloso hasta la médula de su alma: el vestido significa el cuerpo de que está revestida el alma, el cual se vuelve muelle con el lujo y la lascivia. Los reyes son los ángeles prevaricadores, porque ellos son poderosos en el siglo y dominan al mundo y por esta razón habitan en sus casas los que visten con molicie, es decir aquellos cuyos cuerpos han perdido su fuerza por la disolución y el lujo, son habitación de los demonios
San Hilario, in Matthaeum, 11
